viernes, 28 de agosto de 2015

DIVERSOS 84

DIVERSOS

84. TERTULIA POÉTICA GUADALAJARA agosto de 2015


Quién dijo que el camino iba a ser fácil…

Cuando empezamos nuestra aventura literaria creímos que la poesía era una senda cómoda de transitar. La verdad es que, tanto a nivel personal como en lo colectivo, el camino es la prueba más clara de que existe el más allá. Porque, a ver, ¿qué hacemos dándole a la matraca si no estamos creyendo que el paraíso de los bardos  está al final de los renglones por escribir?
El destino parece estar reservado para los cabezones poetas que queremos que los demás seres nos comulguen y mascullen eso de: <jó qué profundo es este pavo>
Nos pasamos los días mirando  nubes y  estrellas; recordando aquella niña de trenzas rubias o al morenito de bigote tipo Errol Flint, añorando el verdor del prado y la inmensidad de Dios. 
Un lecho de sinsabores y de distancias es lo que tenemos delante de nosotros… ¡pero es tan bonito!  
JLGR Fotografía del autor del texto anterior en un tramo del Camino de Santiago.

JORGE MATO

Miro al espejo
                       que me mira
y no me reconozco
en la mirada gris que me devuelve.
¿Dónde guardan y quién
el tiempo ya gastado?
Todos los tiempos muertos
son una eternidad que se ha perdido.

¿Quién se ha quedado
el tiempo que no encuentro
en la mirada gris
de aquel espejo?


Ilustración Jorge Mato


La caja mágica

Como cada día, cuando el sueño se apodera de sus fuerzas, apagó el televisor desde la cama.
Algo no habitual ocurrió esa noche que le hizo apretar de nuevo la tecla de encendido. Todo había quedado a oscuras a su alrededor al mismo tiempo que la pantalla.
Al encender el televisor apareció de nuevo su entorno.
Supuso que había sido una broma de su vista ya cansada por la edad.
Volvió a oprimir el botón de apagado y una vez más todo lo visible desapareció.
Lo que fue sorpresa inicial viró a susto tras probar reiteradas veces la operación de apagado encendido.
Aquello no tenía explicación para él o, al menos, no tenía explicación sencilla.
Rendido tras una noche de insomnio y especulaciones se durmió por fin con el aparato de televisión en funcionamiento.
Cuando despertó, ya muy avanzada la mañana, el sol en lo alto y las calles con su bullicio habitual penetrando por la ventana, tuvo grandes dudas sobre lo que debía hacer con el mando a distancia aún en su mano y al que se agarraba obsesivamente.
Aunque con miedo, lo utilizó una vez más y una vez más, para su estupor, el mundo desapareció ante sus ojos.
No había habitación, ni cama, ni calle, ni ventana, ni bullicio ni tan siquiera aparato de televisión.
Entre lágrimas, oprimió con ansia el mando haciendo que surgiera ante sus ojos la vida, su pequeña vida.
Algo extraño, sin embargo, había ocurrido. Una sensación rara como de tirantez en la piel le hizo dirigirse al espejo del cuarto de baño.
No cayó en la cuenta en un principio al ver su cara, pero, de repente se percató de que aquel rostro era el de alguien más viejo que la imagen que tenía de sí mismo cada mañana al verse reflejado.
Un estremecimiento de espanto le recorrió cuando al repetir la operación de apagado encendido y mirarse con miedo en el espejo, pudo contemplar cómo el nuevo rostro que apareció era aún más viejo y arrugado que la primera vez.
Hoy, varios días después, sentado en el suelo, en un rincón del dormitorio, mira con temor la pantalla del televisor que le ofrece programas  de todo tipo sin interrupción mientras, él lo sabe, sonríe irónicamente al contemplar ese guiñapo de persona que es incapaz  de cerrar los ojos y que sostiene como un poseso entre sus manos un mando a distancia.



CARMEN BRIS

Mar del Norte

El mar tenía un velo de tristeza
bajo la tarde gris.
Llovía y los niños jugaban con
las conchas
que las olas cansadas les traían.
El cielo
se copiaba  sobre el agua
y también era gris.
Gaviotas blancas se mecían en el
viento
y a veces caían sobre el mar
en picado para pescar un pez.
Caminábamos sobre la arena
sin una meta ni un fin
solo errantes al borde de la playa
que también era gris.


Claude Monet. Las rocas, marea baja. Óleo sobre lienzo



DANIEL VÁZQUEZ


Ruinas romanas de Cáparra. Apunte de M. Arcusio (S. XVI)

  Palabra de Rómulo Augusto 

Ruina y ceniza son oro y grandeza,
así la mano que lo contenía
tornada ya pálida, ósea y fría,
fútil sombra de la regia entereza.

A los palacios vence la maleza,
todo gran imperio el olvido cría,
sólo de polvo esta corona mía
perdurará en cada mortal cabeza.

Sordos sois ante aquel sabio de Éfeso
que riendo de la humana arrogancia
vio cuán efímera es la pompa externa.

Tiempo son siempre nuestra sangre y hueso
para que al día siga la fragancia
de una implacable noche sempiterna.

  

PAULINO APARICIO
  
La tahona

            Ir a la panadería, vocación infantil de recados que llevaban a la onza de chocolate, la merienda, la calle; el ritual infantil de las tardes de verano atronadoras de moscas. Me estoy refiriendo a una tahona, no a ese lugar abigarrado llamado super, donde el pan es poco creíble, y no sólo por convivir con las ofertas, que también.

            Voy por pan en la mañana de junio. La tahona queda en una de las entradas de la plaza, el único rincón donde la sombra tiene peso. Un calor concienzudo llamea sobre el enlosado.
            Soporto mal el calor, y sin embargo, siempre me gustaron esos tonos azules y ocres  del Mediterráneo: voz vieja de cañizo y cielo; olor de  arena y  verano, como una siesta que nunca quise dormir.

            Esta panadería que hay en Picanya (antes he dicho tahona, pero realmente tiene un rotulo  con la palabra  forn), enlaza "en mejor”, porque tiene en sus vitrinas bollos variados y seguramente suculentos, con aquellas panaderías infantiles donde no quedaba nada dulce en el aire, que el dulce siempre se nota mucho, y se deja coger con la nariz como una mariposa sin peso, aunque no alimente, ni  siquiera sepa, y a veces produzca el rencor de lo excluido y remoto. Yo recuerdo una tienda que llevaba de compañero al aceite porque el dueño tenía también una almazara, y el pan iba cogiendo un suelo virgen que llegaba también al chocolate y a las sardinillas: ultramarinos, coloniales, que yo veía desde mi estatura sumisa al otro lado del mostrador.
            −Señora María, dos onzas de chocolate.
            Una para mi hermano y otra para mí; todo a mano, paredaño, peatonal, repartido y diario, todo consumido al cuarto de hora o por ahí, sin remesas ni sobrantes.
            La señora María tenía una voz rezadora y arrastraba un poco los pies.
            −¿Del de siempre?
            −Sí.
            Chocolate de gravera; lo que no mata engorda, pero aquello ni mataba ni engordaba. Se iba tirando, que es la única forma de pedir pista para que un día nuevo cuajara su clara, los huevos de entonces no tenían yema, o ésta se la comía el padre.



Veo tejados y paredes con moscas en ese soplo pequeño y perplejo que me visita, veo las calles de tierra, el regado fecal de las mulas, el azul del cielo como una piedra sin ruido... Me he escapado durante unos instantes a los pantalones cortos y a los juegos infinitos.

            La panadería de Picanya está llena de mujeres y tengo que esperar mi vez mientras que, con los ojos, voy comiéndolo todo, que eso no engorda, o por lo menos no me engorda a mí, aunque tampoco esconda sacarle malas punterías de ese lugar donde el apetito almacena iras y frustraciones. Compro una barra de pueblo que es, como una barra de capital pintada en caliente de harina, y siento un poco el vaho de la harina, su niebla mansa, la nube de polvo y tamiz, de  artesanía y aceña, en esa inmediatez gloriosa que tiene el pan, muriéndose enseguida por las puertas del tiempo, como una flor diaria.

            En mi edad infantil, el horno era paredaño del lavadero y la escuela, las dos cosas valían como higiene: limpiar los trapos sucios y enseñar los quebrados a niños que no iban a aprenderlos o que los olvidarían enseguida. Un empujón de la puerta bastaba para entrar (me refiero al horno, la escuela tenía un código más respetuoso que nadie se saltaba). Olía a leña de llama, y todo el establecimiento tenía algo de cueva, de primitivo destello, de vida recolectada en panes redondos, casi sacramentales; todavía no habían aparecido las barras; pan de flama con menos coraje y muchísimo menos prestigio.

            Me gusta ir por pan, oler su llamada poderosa y gremial enlazando los años, que es como enlazar sangres haciendo nudos hasta llegar al árbol último con las raíces un poco acorchadas ya de  repeticiones y clavos en la pared que nadie quita. La tahona queda en una de las entradas de la plaza, ya lo dije antes. Bajo con mi barra de pueblo por la calle de Torrent. 




JAVIER DELGADO



Arándanos 

Desde la sombra maternal,
desde los robles que lloran
he subido a los arándanos,
a su mítico dulzor de ninfa escondida
y perla negra por robar.

Destilado fruto doliente,
terciopelo macerado
de sangre vinosa
en mi sudor,
como de cuerpo
ganado a las verdes olas.

Cosecha improbable,
incierta,
a vueltas de atardecida
con mi solo dolor de enfebrecida roca,
violento verbo,
historia por embridar aún.

Acuarela de Javier Delgado

JOSÉ LUIS GÓMEZ RECIO 


Pintadas sobre los restos del muro de Berlin

 Desde los adoquines y los tranvías
 la ciudad se teje de avispas
 y muslos en bicicletas de romería.

 Son campo abierto de tatuajes
 y flores donde un día se abrieron
 las jaulas de la Pandilla Basura
 para enseñarnos moda.

 Berlín de malditos escalones,
 donde los colchones del rollito
 se varean a nuevos aires del Este

Patio alternativo

VICENTE MORATILLA
Recuerdo con nitidez
la geografía de mi barrio,
la del patio y la plazuela
donde solía jugar,
y conservo aún los rostros
de niños amigos
y de viejos singulares,
irrepetibles.

Aunque recuerdo calles y
catedrales
se me van borrando
nombres y olores
de muchos lugares que vi.

Oigo aún algunos ecos de risas
y ojos llenos de alegría
en despertares de siesta,
pero se me va olvidando
el tacto de la última piel.

Ahora procuro
no olvidarme de mí
pues presiento
que esta vez,
parado el aire,
inmóvil en el tiempo,
va ser esta la última geografía;
la de mi cuerpo.  


Juegos de niños. Norman Rockwell
           
PABLO LLORENTE



Zumba la vida 

  La chica con pasión danza,
con un volar de caderas.
La alegría de sus centros;
vuelan talles y melenas,
y unos ojos llameantes
encienden mi primavera.

   Que yo me abraso en tus iris
que yo te quiero morena,
por la alegría en que vives,
zumba la vida en tus yemas.


ANTONIO COLINAS (Poeta traído a la tertulia por Lola Alarcón)















Me he sentado en el centro del bosque a respirar...

Me he sentado en el centro del bosque a respirar. 
He respirado al lado del mar fuego de luz. 
Lento respira el mundo en mi respiración. 
En la noche respiro la noche de la noche. 
Respira el labio en labio el aire enamorado. 
Boca puesta en la boca cerrada de secretos, 
respiro con la sabia de los troncos talados, 
y, como roca voy respirando el silencio 
y, como las raíces negras, respiro azul 
arriba en los ramajes de verdor rumoroso. 
Me he sentado a sentir cómo pasa en el cauce 
sombrío de mis venas toda la luz del mundo. 
Y yo era un gran sol de luz que respiraba. 
Pulmón el firmamento contenido en mi pecho 
que inspira la luz y espira la sombra, 
que recibe el día y desprende la noche, 
que inspira la vida y espira la muerte. 
Inspirar, espirar, respirar: la fusión  
de contrarios, el círculo de perfecta consciencia. 
Ebriedad de sentirse invadido por algo 
sin color ni sustancia, y verse derrotado, 
en un mundo visible, por esencia invisible. 
Me he sentado en el centro del bosque a respirar. 
Me he sentado en el centro del mundo a respirar. 
Dormía sin soñar, mas soñaba profundo 
y, al despertar, mis labios musitaban despacio 
en la luz del aroma: «Aquel que lo conoce 
se ha callado y quien habla ya no lo ha conocido».

Antonio Colinas es un poeta, novelista, ensayista, traductor y periodista español que nació en La Bañeza, León, el 30 de enero de 1946. Ha publicado una obra variada que ha recibido, entre otros galardones, el Premio Nacional de Literatura en 1982.


 ALBERTO VALERO



¿Lo desconocido?

Nube gris, desgarrada en la consciencia,
cuánto diera en tener conocimiento,
de todo lo que guarda el inconsciente,
de la mente, en sus opacos rincones
por los cuartos que apuntan los placeres,
en los lienzos de inciertas fantasías.
Saber y conocer recuperando
baúles de recuerdos ya en olvido,
o ignorados sentidos despreciados,
en estantes con libros que se hacinan,
de autores que el mundo aún no conoce,
ideas que sin ser, se han rechazado,
contra hechos ocurridos, resonantes
que nadie vio, pues no quiso mirarlos,
y así se acalla el musitado grito,
o un lamento, cargando de ignorancia
los fusiles bastardos del desprecio.

  
Campanario

Vieja torre del pueblo de mi infancia,
donde puse en las grietas de tus piedras,
los sueños e ilusiones ya perdidas,
locos deseos que nunca se cumplieron.
Miradas entre ilusas y admiradas,
que se alzan a la cruz que te corona,
con ruegos por amores esperados,
que luego se volvieron humo vano.
Reloj que siempre miden mis esperas,
marcaste contra mí todas las horas,
haciendo el largo tiempo en corto espacio,
lo eterno sea breve y acabado.
Tus campanas esperan impacientes
repicar mi regreso cuando inerte,
ni te pida, ni sueñe, ni lo intente,
porque no habrá tiempo ya en tus saetas.
Ni la cruz me dirá dónde está el cielo.
Ni pondré más mi vista en tu belleza.
Ni tus piedras serán mi fortaleza.
Ni abriré el corazón a tus campanas.
Tal vez des esperanzas nuevamente,
A otro infante, que sueñe y sí lo intente.


                                                                   Acuarela de Inmaculada Valero Cuellar




















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Esta publicación aparece gracias a Aache Ediciones, Casino Principal, Dublin House,
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martes, 25 de agosto de 2015

DIVERSOS 83

DIVERSOS

83. TERTULIA POÉTICA GUADALAJARA agosto de 2015

 Imagen corporativa de Morning agosto/ trading Cinco Días

Mete el dedo, dale al enter. La tertulia no descansa.

Algunas veces hay que recuperar el difícil arte de seguir para adelante. De resetear el sistema después de haberlo puesto a prueba. Hacia atrás están los problemas y los errores, hacia el frente un futuro incierto y a la vez interesante. Nuestro grupo humano puede que no sea el perfecto, pero es el que tenemos. Así que con la misma urdimbre demos a las agujas las vueltas necesarias para que el tejido que con tan grande esfuerzo estamos construyendo, esté de plena moda.JLGR.

JOSÉ LUIS GÓMEZ RECIO

Franz Kafka. Dibujo de Robert Crumb.

Oh, la suerte

Qué buena suerte haber tropezado contigo a la entrada de la tienda.
Qué suerte haber encontrado las palabras de disculpa.
Qué suerte que necesitaras compañía.
Qué suerte decidir vivir juntos.

Qué mala suerte haber tropezado contigo en la tienda
Qué aburridos bostezamos las tardes calladas.
Qué mierda de vida estar emparejados.

Si hubiéramos sido madera nos pasaría otro tanto.
Qué suerte ser del mismo árbol.
Tú agujero de picamaderos.
Yo sostén de petirrojos.

Qué mala suerte conocer la sierra de talar.
Qué desigual nuestro destino:
Tú Cristo.
Yo peana.


LOLA VILLAVERDE
Cómo saber
¿Cómo saber
si tienen sombra
las raíces
sin exponerlas
a la luz
y al desarraigo?


Isla de Vashon, estado de Washington. Desde 1954 un árbol se está comiendo una bicicleta.


PAULINO APARICIO
Vendrá el alba

Vendrá el alba
a combatir las zarzas
tiene los labios de luz
y escribe cartas.

Vendrá el alba
aunque sea de otro sitio
donde llueva despacio
en los aleros que nunca
preguntan.

Vendrá con vuelos
atestada de luces,
borrando el miedo
de los nidos mojados.

Vendrá el alba,
espero sus colgantes,
los gorriones
que aprietan el sol,
las cartas que llevan
aguas de estar naciendo.

Vendrá la libertad sin ataderos
de ventanas cosidas.

La libertad es un camino
que puede ir a los árboles,
que sopla panes
en las filas del mundo,
que bebe las pulseras
de las niñas.
Y es blanca espuma
en el tejado y en el beso.




El niño

El niño
sus ojos
como un mar
sin letras
miran
un instante
de arroyo.

Menta de agua
playa que amanece.

El niño me abraza
y siento el balbuceo
del que aprende tambores

El niño hace
un llanto de un minuto
y luego juega con la vida.

El niño abre sus aguas
y yo quisiera
sumergirme en ellas.


ALBERTO VALERO

El amor, la madre y la galerna

Le rezo al blanco faro en la gran roca
que ilumina el cielo en el horizonte.
¡Por favor!, envía tu luz como guía
del buen rumbo exacto en la noche opaca,

trazando la cuerda que le une al puerto
y llama a mi vida con tu ojo claro,
dile que le aguardo con miedo, anclada
y en llanto rezo  por mi marinero.

Que atrape la luz que el faro le envía
y ataje al viento cruzando del trueno,
cabalgue en la ola tan aterradora
y con mano firme al timón no tiemble.

Dile de mi parte, cerca  al oído
que le aguardo inquieta, que vuelva pronto,
que tengo al lado mucho amor conmigo,
ya crece en mi vientre, llamándole, un hijo.


 Abstracción.  fotografía de JLGR


 GRACIA IGLESIAS

Supongo que da igual arrepentirse,
repetir sin descanso las razones, excusas y motivos,
desgarrarse el recuerdo,
aborrecer
los labios que oyeron,
los ojos que dijeron,
los oídos que vieron,
las manos que juzgaron.
O desear en vano
haber visto,
haber dicho,
haber oído,
haber hecho algo,
no mucho,
cualquier cosa.

¿De qué sirven ahora el perdón o la culpa?
¿De qué sirven las lágrimas cuando el pájaro ha muerto?
El pasado se escribe con errores y olvido.



PABLO LLORENTE
  
Gime la noche
 
Gime la noche entre nubes
que ocultan la estrella.

       Tienes nieve en tu tierra y fuego en el alma.
El ángel que te guarda hechiza las sombras,
el latir de tu corazón derrite la nieve
y barre la nube
y sale la estrella
y la noche estalla
y tu fuego calienta la vida.



VICENTE MORATILLA

Huella

Mañana, un rato más,
apenas unas horas
o unos años,
qué más da
y no quedará nada;
nada de ti,
que ahora lees,
ni de mí,
que te escribo.
No quedará ni rastro,
ni leve recuerdo.
De nuestros bienes,
nada,
nada de nuestros huesos
ni siquiera de la hierba
que ahora mulle mi paso.

Las gentes que ahora están
se irán marchando,
las cosas, las piedras
el árbol del camino,
el curso del río,
mañana,
un rato más
y olvidarán que nos fuimos.


Dibujo de Johnny Tales

JORGE MATO
Ser jardinero
para cuidar la rosa
y marinero viejo
para recordar hoy
las tormentas vividas
en alta mar un día.

O marinero joven
y así explorar océanos
que nunca he navegado.

Quisiera ser la nube
y ver bajar la lluvia
desde el lugar más alto.

Que mi cuerpo naciese
como un amanecer
cuando despierta el día.

Amanecer en flor o mar o lluvia
será la salvación
en un desierto
sobre el que reina Marte
mientras Venus solloza en los rincones.


 Ilustración Jorge Mato


CARMEN NIÑO        

Has regresado

Has regresado sin besos, ni equipaje,
con silencio de notas,
ausencia de colores,
tejiendo una mañana de esperanza
para cerrarla en un circulo
con aromas de olvido.

Cuelgas tu camisa de galán,
disimulas  la mirada dulce
que un día aprendiste.
Dibujas de gris el aire
cerrando tus labios sin sonrisa.

Escribes en la arena,
almacenas las palabras
en un río que no fluye.
Ordenas los cajones
con prendas nuevas de verano.
Y una carta entre la ropa interior,
para que no sea vista.
No haces esa llamada
al número memorizado.
Sabes que ella espera.

Cruzas la tormenta,
te sientas al borde del camino,
detienes el vuelo.
piensas.

Quieres convocar a todos
los amantes perfectos,
para aprender las normas
y amar sin riesgo.

Has regresado perdido
en la noche,
mientras el desvelo de ella,
te reclama agarrada al papel
que un día escribiste.

El Muro de la soledad. René Fernández Olivera.

AMPARO MUÑOZ

A Paulino

Iré en patineta en busca
de una gota de vida
si es necesario a los cuatro
puntos cardinales,
recorriendo la distancia
del cero al infinito
para que no te falte
esa chispa con la que
naciste para escribir
haciendo sacar el néctar
delicioso de quien te lee.

Agradezco el tiempo por
conocerte siendo un adulto
brillante
que sabe embelesar
y fascina.

Con esto. Dios te dé Salud.




LUIS ALBERTO DE CUENCA (Lo acercó a la tertulia Lola Alarcón)















No puedo soportarlo

Me da igual tu tendencia a desnudarte
delante de la gente. No me importa
que confundas <deber de> con <deber>,
o que emplees <dijistes> por <dijiste>
poniéndote analógica, o que duermas
con pastillas catorce horas al día.
Puedo aguantar la selva de vacío
donde vives, tu frío y tu calor
-siempre desmesurados- , tus histerias,
esa higiene obsesiva que te gastas.
Puedo olvidar que fueses drogadicta
(¿quién no lo ha sido alguna vez?), tus siestas,
tu narcisismo, tus ovulaciones.
Me tiene sin cuidado que me engañes
con tu perrita de bolsillo. Pero
hay algo que no puedo perdonarte,
y es que te pongas el disfraz odioso
del vulgar manualista de autoayuda
y me aconsejes cosas como: <Haz
lo que te venga bien en cada instante>.
<Vive al día>, <No pienses para nada
en el pasado ni en el porvenir>,
<Sé independiente>, <No hipoteques nunca
tus horas libres>, <Sácale a tu prójimo
todo el jugo que puedas>, <Sé feliz>.
No puedo soportarlo, vida mía.
Me horroriza. No puedo soportarlo.


Luis Alberto de Cuenca (Lora del Río, Sevilla, 29 de diciembre de 1950) es un filólogo, poeta, traductor, ensayista, columnista, crítico, editor literario e investigado. Es también académico de número de la Real Academia de la Historia. Ha sido Secretario de Estado de Cultura y Director de la Biblioteca Nacional.de España.


ANA MERINO (Poeta propuesta por Isabel Núñez)






















Ana Merino Norverto nació en Madrid en 1971, vivió largas temporadas en León durante su niñez. Estudió un año de su carrera en la Rijksuniversiteit de Groningren, Paises Bajos, y se licenció en 1995 en Historia Moderna y Contemporánea por la Universidad Autónoma de Madrid.
Vivió en Columbus, Ohio, entre 1995 y 1997, mientras enseñaba en el departamento de español de la Ohio State University y estudiaba un master en literatura Española y Latinoamericana. Actualmente está terminado su doctorado en la Universidad de Pittsburgh donde también enseña.

(De la Voz de los Relojes, ed. Visor)

Mi vida se hizo frágil
al saberse mortal.
Aquel ritmo frenético
de los instantes y de su efervescencia
comenzó a ser corrosivo
y me partió en dos.

Quedaba yo a un lado
y también quedaba yo al otro.
Una mitad de mí miraba absorta,
la otra trataba de aprender
a caminar con una sola pierna,
y se apoyaba en los muebles
y estaba triste
porque el corazón
se había quedado en la mitad inmóvil.

Mi vida se hizo frágil
y mi corazón dejó de latir,
pero cuando quisieron juntar
todo mi cuerpo
y enterrar mis dos mitades
en la misma fosa,
esa parte de mi corazón ya estaba lejos.

Había puesto un reloj
en el espacio fingido de la vida,
y no estaba dispuesta
a morir sin más
cosida al desaliento
de la mitad suicida de mi cuerpo.


DANIEL VÁZQUEZ


Archibal Motley. Pintor negro del mundo del jazz. Nigthlife, Sugar Sahck

 Cuadro de jazz    
A Paulino Aparicio

Ahí llegan. Las notas comienzan a deslizarse cual tenue llovizna. Entrelazadas nos invitan a palpar su intimidad de ecos en la penumbra y sinuosos silencios. Una humeante y lánguida melodía se escapa de la guitarra. El sonido de sus cuerdas huele a tabaco, a noche de cristales mojados, tan húmedos como los labios de la cantante que se oculta tras un halo de perdición nocturna. Su voz de melancólico vestido y nacarada piel danza sutilmente a través de un compás marcado por el contratiempo del bajo. Su ritmo juega con nuestros latidos internos, los contradice y busca en los rincones olvidados de nuestra existencia. La música no cesa. Una trompeta forajida penetra en las vibrantes regiones de la percusión y adorna con escalas frutales sus vastos páramos. Parecen extraviarse, pero jamás habían caminado la misma senda tan unidos. Afuera se encuentra tan sólo una inmensidad albergada en los brazos de un somnoliento gemido. Nada más y todo a la vez. Avanzan los instrumentos en su ímpetu contenido y no callan su último susurro de viento empujando la hoja errante de un otoño dormido.  












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