DIVERSOS
60. TERTULIA POÉTICA GUADALAJARA marzo de 2015
LA
PROMOCIÓN POÉTICA DE LOS 50
Ya tocaba si, una buena dosis,
insuficiente pero necesaria, de nuestros
Poetas del 50, para que no se nos olvide nunca de dónde venimos, (de a
dónde vamos no se sabe nada). Abundante ración de la mejor poesía la que se nos
ofreció en el recital del pasado día 11 de marzo celebrado en un espacio de
luminosa arquitectura, proyecto de la pareja de arquitectos Luis Rojo y Begoña Fernández Shaw, que aloja
desde 2012 el Archivo Histórico Provincial.
Todo ello posible gracias a su
directora, Riansares Serrano, a Rafael de Lucas y a todo su equipo, volcado en el evento desde su origen, y a la
Asociación de Amigos del Archivo. El
contexto histórico de los años 50 fue definido por el profesor Pablo Calero
Delso de manera eficaz y amena en una
breve conferencia previa: “La España de los 50: Azul, gris y negro”.
A partir de ahí los
contertulios de DIVERSOS, ellas y ellos, mutaron por momentos en Figuera,
González, Caballero Bonald, Barral, Goytisolo, Gil de Biedma, Valente, Brines,
Rodríguez y Atencia… dejando en la sala sentimientos, luces y sombras, de
aquellos años duros en los que ellos protagonizaron la creación literaria,
todavía muy vigente, confirmando aquella máxima de Bertolt Brecht: "En los tiempos sombríos, ¿se cantará
también? También se cantará sobre los tiempos sombríos." El público, que casi llenó la sala,
atendió y disfrutó hasta el final durante más de hora y media. ¿Quién dijo que
la poesía no es espectáculo en nuestros días? Apostad algo a que repetimos…
JAVIER DELGADO
ÁNGELA
FIGUERA AYMERICH
Carmen Bris recitando a Ángela Figuera
Mujer de barro
Mujer de barro soy, mujer de barro:
pero el amor me floreció el regazo.
Mujer
¡Cuán vanamente, cuán ligeramente
me llamaron poetas, flor; perfume!
Flor; no: florezco. Exhalo sin mudarme.
Me entregan la simiente: doy el fruto.
El agua corre en mí: no soy el agua.
Árboles de la orilla, dulcemente
los acojo y reflejo: no soy árbol.
Ave que vuela, no: seguro nido.
Cauce propicio, cálido camino
Mujer de barro soy, mujer de barro:
pero el amor me floreció el regazo.
Mujer
¡Cuán vanamente, cuán ligeramente
me llamaron poetas, flor; perfume!
Flor; no: florezco. Exhalo sin mudarme.
Me entregan la simiente: doy el fruto.
El agua corre en mí: no soy el agua.
Árboles de la orilla, dulcemente
los acojo y reflejo: no soy árbol.
Ave que vuela, no: seguro nido.
Cauce propicio, cálido camino
para el fluir
eterno de la especie.
ÁNGELA FIGUERA Recitado por Carmen Niño
Éxodo
Una mujer corría.
Jadeaba y corría.
Tropezaba y corría.
Con un miedo macizo debajo de las cejas
y un niño entre los brazos.
Corría por la tierra que olía a recién muerto.
Corría por el aire con sabor a trilita.
Corría por los hombres erizados de encono.
Miraba a todos lados.
Quería detenerse.
Sentarse en un ribazo y con su hijo menudo.
Sentarse en un ribazo y amamantar en paz.
Pero no hallaba sitio.
No encontraba reposo.
No lograba la pausa sosegada y segura
que las madres precisan.
Ese viento apacible que jamás se interpone
entre el pecho y el labio.
Buscaba cerca y lejos.
Buscaba por las calles,
por los jardines y bajo los tejados,
en los atrios de las iglesias,
por los caminos desnudos y carreteras arboladas.
Buscaba un rincón sin espantos,
un lugar aseado para colocar una cuna.
Y corría y corría.
Dio la vuelta a la tierra.
Buscando.
Huyendo.
Y no encontraba sitio.
Y seguía corriendo.
Y el niño sollozaba débilmente.
Crecía débilmente
colgado de su carne fatigada.
Tropezaba y corría.
Con un miedo macizo debajo de las cejas
y un niño entre los brazos.
Corría por la tierra que olía a recién muerto.
Corría por el aire con sabor a trilita.
Corría por los hombres erizados de encono.
Miraba a todos lados.
Quería detenerse.
Sentarse en un ribazo y con su hijo menudo.
Sentarse en un ribazo y amamantar en paz.
Pero no hallaba sitio.
No encontraba reposo.
No lograba la pausa sosegada y segura
que las madres precisan.
Ese viento apacible que jamás se interpone
entre el pecho y el labio.
Buscaba cerca y lejos.
Buscaba por las calles,
por los jardines y bajo los tejados,
en los atrios de las iglesias,
por los caminos desnudos y carreteras arboladas.
Buscaba un rincón sin espantos,
un lugar aseado para colocar una cuna.
Y corría y corría.
Dio la vuelta a la tierra.
Buscando.
Huyendo.
Y no encontraba sitio.
Y seguía corriendo.
Y el niño sollozaba débilmente.
Crecía débilmente
colgado de su carne fatigada.
ÁNGELA FIGUERA Poema recitado por Vicente
Moratilla
Nadie sabe
Abre tus ojos anchos al asombro
cada mañana nueva y acompasa
en místico silencio tu latido
porque un día comienza su voluta
y nadie sabe nada de los días
que se nos dan y luego se deshacen
en polvo y sombra. Nadie sabe nada.
Pisa la tierra. Vierte la simiente.
Coge la flor y el fruto. Sin palabras.
Pues nadie sabe nada de la tierra
muda y fecunda que, en silencio, brota,
y nadie sabe nada de las flores
ni de los frutos ebrios de dulzura.
Mira la llamarada de los árboles
irguiéndose en lo azul. Contempla, toca
la piedra inmóvil de alma intraducible
y el agua sin contornos que camina
por sus trazados cauces ignorándolos.
Sueña sobre ellos. Sueña. Sin decirlo.
Pues nadie sabe nada de los árboles
ni de la piedra ni del agua en fuga.
Mira las aves, altas, desprendidas,
rayando el sol a golpe de sus alas.
Toma del aire el trino y el gorjeo,
pero no quieras traducir su ritmo,
pues nadie sabe nada de los pájaros.
Mira la estrella. Vuela hasta su altura.
Toma su luz y enciéndete la frente,
pero no inquieras su remoto arcano
pues nadie sabe nada de la estrella.
Besa los labios y los ojos. Goza
la carne del amante sazonada
secretamente para ti. Acomete
con decisión humilde la tarea
del imperioso instinto. Crece y ama.
Mas nada digas del tremendo rito
pues nadie sabe nada de los besos,
ni del amor ni del placer ni entiende
la ruda sacudida que nos pone
el hijo concluido entre los brazos.
Clama sin gritos. Llora sin estruendo.
Cierra las fauces del dolor oscuro,
pues nadie sabe nada de las lágrimas.
Vete a hurtadillas con discreto paso.
Traspasa quedamente la frontera,
pues nadie sabe nada de la muerte.
ÁNGEL GONZÁLEZ
Camposanto en Collioure
Recitado por Carlos Bernal
Aquí paz,
y después gloria.
y después gloria.
Aquí,
a orillas de Francia,
en donde Cataluña no muere todavía
y prolonga en carteles de «Toros à Ceret»
y de «Flamenco's Show»
esa curiosa España de las ganaderías
de reses bravas y de juergas sórdidas,
reposa un español bajo una losa:
paz
y después gloria.
a orillas de Francia,
en donde Cataluña no muere todavía
y prolonga en carteles de «Toros à Ceret»
y de «Flamenco's Show»
esa curiosa España de las ganaderías
de reses bravas y de juergas sórdidas,
reposa un español bajo una losa:
paz
y después gloria.
Dramático destino,
triste suerte
morir aquí —paz
triste suerte
morir aquí —paz
y después...—
perdido,
abandonado
y liberado a un tiempo
(ya sin tiempo)
de una patria sombría e inclemente.
abandonado
y liberado a un tiempo
(ya sin tiempo)
de una patria sombría e inclemente.
Sí; después gloria.
Al final del verano,
por las proximidades
pasan trenes nocturnos, subrepticios,
rebosantes de humana mercancía:
manos de obra barata, ejército
vencido por el hambre
—paz...—,
otra vez desbandada de españoles
cruzando la frontera, derrotados
—...sin gloria.
por las proximidades
pasan trenes nocturnos, subrepticios,
rebosantes de humana mercancía:
manos de obra barata, ejército
vencido por el hambre
—paz...—,
otra vez desbandada de españoles
cruzando la frontera, derrotados
—...sin gloria.
Se paga con la muerte
o con la vida,
pero se paga siempre una derrota.
o con la vida,
pero se paga siempre una derrota.
¿Qué precio es el peor?
Me lo pregunto
y no sé qué pensar
ante esta tumba,
ante esta paz
—«Casino
de Canet: spanish gipsy dancers»,
rumor de trenes, hojas...—,
ante la gloria ésta
—...de reseco laurel—
que yace aquí, abatida
bajo el ciprés erguido,
igual que una bandera al pie de un mástil.
Me lo pregunto
y no sé qué pensar
ante esta tumba,
ante esta paz
—«Casino
de Canet: spanish gipsy dancers»,
rumor de trenes, hojas...—,
ante la gloria ésta
—...de reseco laurel—
que yace aquí, abatida
bajo el ciprés erguido,
igual que una bandera al pie de un mástil.
Quisiera,
a veces,
que borrase el tiempo
los nombres y los hechos de esta historia
como borrará un día mis palabras
que la repiten siempre tercas, roncas.
a veces,
que borrase el tiempo
los nombres y los hechos de esta historia
como borrará un día mis palabras
que la repiten siempre tercas, roncas.
ÁNGEL GONZALEZ
Recitado por Javier
Delgado
Para que yo me llame Ángel González
Para que yo me
llame Ángel González,
para que mi ser
pese sobre el suelo,
fue necesario
un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo
el mar y toda tierra,
fértiles
vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos,
fundiéndose incesantes
en otro cuerpo
nuevo.
Solsticios y
equinoccios alumbraron
con su
cambiante luz, su vario cielo,
el viaje
milenario de mi carne
trepando por
los siglos y los huesos.
De su pasaje
lento y doloroso
de su huida
hasta el fin, sobreviviendo
naufragios,
aferrándose
al último
suspiro de los muertos,
yo no soy más
que el resultado, el fruto,
lo que queda,
podrido, entre los restos;
esto que veis
aquí,
tan sólo esto:
un escombro
tenaz, que se resiste
a su ruina, que
lucha contra el viento,
que avanza por
caminos que no llevan
a ningún sitio.
El éxito
de todos los
fracasos. La enloquecida
fuerza del
desaliento...
ÁNGEL GONZALEZ Recitado por Paulino Aparicio
Me basta así
Si yo fuese
Dios
y tuviese el secreto,
haría un ser exacto a ti;
lo probaría
(a la manera de los panaderos
cuando prueban el pan, es decir:
con la boca),
y si ese sabor fuese
igual al tuyo, o sea
tu mismo olor, y tu manera
de sonreír,
y de guardar silencio,
y de estrechar mi mano estrictamente,
y de besarnos sin hacernos daño
—de esto sí estoy seguro: pongo
tanta atención cuando te beso—;
entonces,
Si yo fuese Dios,
podría repetirte y repetirte,
siempre la misma y siempre diferente,
sin cansarme jamás del juego idéntico,
sin desdeñar tampoco la que fuiste
por la que ibas a ser dentro de nada;
ya no sé si me explico, pero quiero
aclarar que si yo fuese
Dios, haría
lo posible por ser Ángel González
para quererte tal como te quiero,
para aguardar con calma
a que te crees tú misma cada día
a que sorprendas todas las mañanas
la luz recién nacida con tu propia
luz, y corras
la cortina impalpable que separa
el sueño de la vida,
resucitándome con tu palabra,
Lázaro alegre,
yo,
mojado todavía
de sombras y pereza,
sorprendido y absorto
en la contemplación de todo aquello
que, en unión de mí mismo,
recuperas y salvas, mueves, dejas
abandonado cuando —luego— callas...
(Escucho tu
silencio.
Oigo
constelaciones: existes.
Creo en ti.
Eres.
Me basta).
ÁNGEL GONZÁLEZ Recitado por Vicente Moratilla
Ayer
Ayer fue
miércoles toda la mañana.
Por la tarde cambió:
se puso casi lunes,
la tristeza invadió los corazones
y hubo un claro
movimiento de pánico hacia los
tranvías
que llevan los bañistas hasta el río.
A eso de las siete cruzó el cielo
una lenta avioneta, y ni los niños
la miraron.
Se desató
el frío,
alguien salió a la calle con sombrero,
ayer, y todo el día
fue igual,
ya veis
qué divertido,
ayer y siempre ayer y así hasta ahora,
continuamente andando por las calles
gente desconocida,
o bien dentro de casa merendando
pan y café con leche, ¡qué
alegría!
La noche vino pronto y se encendieron
amarillos cálidos faroles,
y nadie pudo
impedir que al final amaneciese
el día de hoy,
tan parecido
pero
¡tan diferente en luces y aroma!
Por eso mismo,
porque es como os digo
dejadme que os hable
de ayer, una vez más
de ayer: el día
incomparable que ya nadie nunca
volverá a ver jamás sobre la tierra.
JOSÉ CABALLERO BONALD
A batallas de amor, campo de pluma
Recitado
por Carmen Bris
Ningún vestigio
tan inconsolable
como el que
deja un cuerpo
entre las sábanas
y más
cuando la
lasitud de la memoria
ocupa un
espacio mayor
del que
razonablemente le corresponde.
Linda el
amanecer con la almohada
y algo jadea
cerca, acaso un último
estertor
adherido
a la carne, la
otra vez adversaria
emanación del
tedio estacionándose
entre los utensilios de la noche.
Despierta, ya
es de día, mira
los restos del
naufragio
bruscamente
esparcidos
en la vidriosa
linde del insomnio.
Sólo es un
pacto a veces, una tregua
ungida de
sudor, la extenuante
reconstrucción
del sitio
donde estuvo
asediado el taciturno
material del
deseo.
JOSE CABALLERO
BONALD Recitado por Carmen Niño y Carlos Bernal
Somos el tiempo que nos queda
(cn)Ligeramente tumefacta
pero ofrecida con codicia,
llegó la boca hasta el lindero
de la precaria intimidad.
Iban reptando las parejas
que se apiñaban en lo oscuro:
no se miraban, se sumían
en un compendio de sudores,
se convertían en secuaces
de la penumbra suspensiva.
Como un furtivo postulado
brilló el mechero de los cómplices.
(cb) No te preocupes
no me he ido,
¿cómo iba a irme sin saber?
Somos el tiempo que nos queda.
Y ya los cuerpos se anudaban
bajo la oscura marquesina,
sin decidir con qué argumentos
recobrarían su ansiedad.
Era una esquirla el clarinete,
un estertor de la armonía.
(cn)Toda la noche resonando
como una sábana en tus pechos,
toda la noche entre emboscadas
buscando llaves que no abrían.
Chorros de gritos tan vehementes
que entrechocan con los vasos
iban tiñendo de lujuria
los cortinajes y butacas.
Entre el estruendo de los rótulos
unas caderas rebullían
como impulsadas por la piel
incandescente del tambor.
(cb) Mira qué prendas, qué proclamas
de irremediable soledad.
Habla más alto, no se escucha
más que el furor de los licores.
Todo está lleno de luciérnagas
y de insufribles fumarolas,
todo parece confiscado
por los que nunca saben nada.
(cn) Pero la boca ya ofrecía
sus rezumantes terciopelos,
boca promiscua, saturada
de zumos ávidos y esguinces.
Está invadida de jadeos,
no se parece a las demás.
No se parece, no es mentira.
(cb) Pisando vidrios, esgrimiendo
restos de yerbas y de músicas,
llegaron nuevas avalanchas
de adormilados oficiantes.
Era la hora del suicidio
y algunos miembros de la secta
se desnudaron en la sala
con voluptuosa dejadez.
¿Cómo evitar el
simulacro,
cómo vivir sin desvivirnos?
Surcan los días por tu vientre.
Somos el tiempo que nos queda.
CARLOS BARRAL
CARLOS BARRAL Recitado por José Luis
Gómez Recio
Baño de doméstica
Entonces
arrojaba
piedrecillas al agua jabonosa,
veía disolverse
la violada rúbrica de espuma,
bogar las islas y juntarse, envueltas
en un olor cordial o como un tibio
recuerdo de su risa.
¿Cuántas veces
pudo ocurrir
lo que parece ahora tan extraño?
Debió de ser en tardes señaladas,
a la hora del sol,
cuando sestea la disciplina.
En seguida
volvía
crujiendo en su uniforme almidonado
y miraba muy seria al habitante
que aún le sonreía
del otro lado de la tela metálica.
Vaciaba el
barreño
sobre la grava del jardín.
Burbujas
en la velluda piel de los geranios…
Su espléndido desnudo,
al que las ramas rendían homenaje,
admitiré que sea
nada más que un recuerdo esteticista.
Pero me gustaría ser más joven
para poder imaginar
(pensando en la inminencia de otra cosa)
que era el vigor del pueblo soberano.
CARLOS BARRAL Recitado por Paulino Aparicio
Más sobre la insolencia del alba
Si, es como un
sucio animal que recorre el mundo
escapando a las
redes del huso meridiano
detrás de los
correos del aire en que dormitan
o velan sobre
el vientre los hombres de negocios,
las modelos de
tapa o los habituales del congreso.
O merodea sin
prisa y por encima
de los buques
oscuros que parecen sin nadie.
Que es como una
rata enorme
Y asustadiza en
el cielo borroso de los trópicos
o como un pez
alargado e inmóvil
en los condados
áridos del frio.
Que en todas
partes suscita la sirena o el látigo
o el timbre
modesto y lúgubre de los despertadores.
Que en la
alcoba introduce los húmedos hocicos
y lame el
flanco de la muchacha dormida y lo destiñe
y que fija un
instante sobre el que parpadea
un ojo muerto y
gris, sanguinolento.
Y que huye y
huye provocando catástrofes,
descarrilando
trenes pálidos y desorientados.
Que hurga en
los hospitales y husmea cementerios
y va dejando un
rastro de baba violeta
por entre los
escombros de las fiestas tribales.
La aurora es un
martillo,
es como una
bandada de sordos bombarderos,
un vuelo de
rapaces sobre gentes
de precaria
existencia, que no saben,
que no han
pensado aún si la detestan
y ya la
reconocen y la temen;
es como una
amenaza.
Es blanca sobre
el lecho pringoso del insomne,
como una vaga
niebla, una distancia.
(Tan lejos el
relieve del desnudo inmediato,
extraño y
arrogante.)
CARLOS BARRAL Recitado por Alberto Valero
y Pablo Llorente
Exterior del gato
(av) Ser el gato,
hacer un esfuerzo y ser el gato
transitorio del alba y en la cumbre
del mundo transitado, y presumible.
(pll) Ser por fuera del gato todo el gato posible
después del atigrado resplandor de la noche
última y la pasmada contracción felina.
Comenzar en el zinc al borde de las uñas,
en el cielo que escurre el canalón vacío
y en la flor espectral que crece entre las
rejas.
(av) El
gato que despierta paso a paso las viejas
miserables espaldas de fábrica baldada
y el aire algodonoso de las ramas al suelo
y la tierra afeitada del muro hasta el camino
y hasta el bidón sonoro que su peso estremece.
(pll) Ser gato por fuera y tan cabal. Parece
que el mundo quepa dentro de esta pausa
ondulada
precisa como un astro, que te llama
y a quien no negarás el pararte desnuda
donde nadie hubiera imaginado
aurora sobre el muro desconchado,
alba rosada sobre el gris de un gato,
con las puntas nocturnas de los pechos
apuntando a esos hombres cavilosos
que llegan tan despacio, pisando en las
afueras.
JOSÉ AGUSTÍN
GOYTISOLO
Palabras para Julia Recitado por
Carlos Bernal
Tú no puedes
volver atrás
porque la vida
ya te empuja
como un aullido
interminable.
Hija mía es
mejor vivir
con la alegría
de los hombres
que llorar ante
el muro ciego.
Te sentirás
acorralada
te sentirás
perdida o sola
tal vez querrás
no haber nacido.
Yo sé muy bien
que te dirán
que la vida no
tiene objeto
que es un
asunto desgraciado.
Entonces
siempre acuérdate
de lo que un
día yo escribí
pensando en ti
como ahora pienso.
La vida es
bella, ya verás
como a pesar de
los pesares
tendrás amigos,
tendrás amor.
Un hombre solo,
una mujer
así tomados, de
uno en uno
son como polvo,
no son nada.
Pero yo cuando
te hablo a ti
cuando te
escribo estas palabras
pienso también
en otra gente.
Tu destino está
en los demás
tu futuro es tu
propia vida
tu dignidad es
la de todos.
Otros esperan
que resistas
que les ayude
tu alegría
tu canción
entre sus canciones.
Entonces
siempre acuérdate
de lo que un
día yo escribí
pensando en ti
como ahora
pienso.
Nunca te
entregues ni te apartes
junto al
camino, nunca digas
no puedo más y
aquí me quedo.
La vida es
bella, tú verás
como a pesar de
los pesares
tendrás amor,
tendrás amigos.
Por lo demás no
hay elección
y este mundo
tal como es
será todo tu
patrimonio.
Perdóname no sé
decirte
nada más pero
tú comprende
que yo aún
estoy en el camino.
Y siempre
siempre acuérdate
de lo que un
día yo escribí
pensando en ti
como ahora pienso.
JOSÉ AGUSTÍN GOYTISOLO Recitado por
Carmen Niño y José Luis Gómez Recio
Ya se está poniendo el sol
(cn)Ya se está poniendo el sol:
regresa mi
cazador.
(jl)¿Y adónde vas tú tan tarde?
(cn) Al soto a ver a mi amante.
(jl)¿Y qué diré a las vecinas?
(cn)Que encierren a sus gallinas.
(jl) ¿Qué pensará el pueblo entero?
(cn) Me lo pongo por sombrero.
Si quieren
saber del caso
que oigan al
viento en los álamos.
JOSÉ AGUSTÍN GOYTISOLO Recitado por
José Luis Gómez Recio
Me lo decía mi abuelito
Me lo decía mi
abuelito
me lo decía mi
papá
me lo dijeron
muchas veces
y lo olvidaba
muchas más.
Trabaja niño no
te pienses
que sin dinero
vivirás
junta el
esfuerzo y el ahorro
ábrete paso ya
verás
como la vida te
depara
buenos
momentos. Te alzarás
sobre los
pobres y mezquinos
que no han
sabido descollar.
Me lo decía mi
abuelito
me lo decía mi
papa
me lo dijeron
muchas veces
y lo olvidaba
muchas más.
La vida es
lucha despiadada
nadie te ayuda
así nomás
y si tú solo no
adelantas
te irán dejando
atrás atrás.
Anda muchacho
dale duro
la tierra toda
el sol y el mar
son para
aquellos que han sabido
sentarse sobre
los demás...
Me lo decía mi
abuelito
me lo decía mi
papá
me lo dijeron
muchas veces
y lo he
olvidado siempre más.
JAIME GIL DE
BIEDMA
Contra Jaime Gil de Biedma
Recitado por
Paulino Aparicio y Javier Delgado
(pa) De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de
piso,
dejar atrás un
sótano más negro
que mi
reputación —y ya es decir—,
poner visillos
blancos
y tomar criada,
renunciar a la
vida de bohemio,
si vienes luego
tú, pelmazo,
embarazoso
huésped, memo vestido con mis trajes,
zángano de colmena,
inútil, cacaseno,
con tus manos
lavadas,
a comer en mi
plato y a ensuciar la casa?
(jd)Te acompañan las barras de los bares
últimos de la
noche, los chulos, las floristas,
las calles
muertas de la madrugada
y los
ascensores de luz amarilla
cuando llegas,
borracho,
y te paras a
verte en el espejo
la cara
destruida,
con ojos
todavía violentos
que no quieres
cerrar. Y si te increpo,
te ríes, me
recuerdas el pasado
y dices que
envejezco.
(pa) Podría recordarte que ya no tienes gracia.
Que tu estilo
casual y que tu desenfado
resultan
truculentos
cuando se
tienen más de treinta años,
y que tu
encantadora
sonrisa de
muchacho soñoliento
—seguro de
gustar— es un resto penoso,
un intento
patético.
Mientras que tú
me miras con tus ojos
de verdadero
huérfano, y me lloras
y me prometes
ya no hacerlo.
(jd)Si no fueses tan puta!
Y si yo
supiese, hace ya tiempo,
que tú eres
fuerte cuando yo soy débil
y que eres
débil cuando me enfurezco...
De tus regresos
guardo una impresión confusa
de pánico, de
pena y descontento,
y la
desesperanza
y la
impaciencia y el resentimiento
de volver a
sufrir, otra vez más,
la humillación
imperdonable
de la excesiva
intimidad.
(pa)A duras penas te llevaré a la cama,
como quien va
al infierno
para dormir
contigo.
Muriendo a cada
paso de impotencia,
tropezando con
muebles
a tientas,
cruzaremos el piso
torpemente
abrazados, vacilando
de alcohol y de
sollozos reprimidos.
Oh innoble
servidumbre de amar seres humanos,
y la más
innoble
que es amarse a
sí mismo!
JOSÉ ÁNGEL VALENTE
XXVII
Recitado por Jorge Mato
A usted le doy una flor,
si me permite,
un gato y un micrófono,
un destornillador totalmente en desuso,
una ventana alegre.
Agítelos.
Haga un poema
o cualquier otra cosa.
Léasela al vecino.
Arrójela feliz al sumidero.
Y buenos días,
no vuelva nunca más, salude
a cuantos aún recuerden
que nos vamos pudriendo de impotencia.
si me permite,
un gato y un micrófono,
un destornillador totalmente en desuso,
una ventana alegre.
Agítelos.
Haga un poema
o cualquier otra cosa.
Léasela al vecino.
Arrójela feliz al sumidero.
Y buenos días,
no vuelva nunca más, salude
a cuantos aún recuerden
que nos vamos pudriendo de impotencia.
JOSÉ ÁNGEL VALENTE Recitado por Lola Alarcón
Materia
Convertir la
palabra en la materia
donde lo que
quisiéramos decir no pueda
penetrar más
allá
de lo que la
materia nos diría
si a ella, como
un vientre,
delicado
aplicásemos,
desnudo, blanco
vientre,
delicado el
oído para oír
el mar, el
indistinto
rumor del mar,
que más allá de ti,
el no nombrado
amor, te engendra siempre.
JOSÉ ÁNGEL VALENTE
Recitado por Jorge Mato
El crimen
Hoy he
amanecido
como siempre,
pero
con un cuchillo
en el pecho.
Ignoro
quién ha sido,
y también los
posibles
móviles del
delito.
Estoy aquí
tendido
y pesa vertical
el frío.
La noticia se
divulga
con relativo
sigilo.
El doctor
estuvo brillante, pero
el
interrogatorio ha sido
confuso. El
hecho
carece de
testigos.
(Llamada de
portera,
dijo
que el muerto
no tenía
antecedentes
políticos.
Es una obsesión
que la persigue
desde la muerte
del marido.)
Por mi parte no
tengo
nada que
declarar.
Se busca al
asesino;
sin embargo,
tal vez no hay
asesino,
aunque se
enrede así el final de la trama.
Sencillamente
yazgo
aquí, con un
cuchillo...
Oscila,
pendular y
solemne, el
frío.
No hay pruebas
contra nadie. Nadie
ha consumado mi
homicidio.
JOSÉ ÁNGEL VALENTE Recitado por Lola
Villaverde
Serán ceniza
Cruzo un
desierto y su secreta
desolación sin nombre.
El corazón
tiene la sequedad de la piedra
y los estallidos nocturnos
de su materia o de su nada.
Hay una luz remota, sin embargo,
y sé que no estoy solo;
aunque después de tanto y tanto no haya
ni un solo pensamiento
capaz contra la muerte,
no estoy solo.
Toco esta mano al fin que comparte mi vida
y en ella me confirmo
y tiento cuanto amo,
lo levanto hacia el cielo
y aunque sea ceniza lo proclamo: ceniza.
Aunque sea ceniza cuanto tengo hasta ahora,
cuanto se me ha tendido a modo de esperanza.
JOSÉ ÁNGEL VALENTE Recitado por Jorge Mato
La poesía
Se fue en el
viento,
volvió en el aire.
Le abrí en mi casa
la puerta grande.
Se fue en el viento.
Quedé anhelante.
Se fue en el viento,
volvió en el aire.
Me llevó adonde
no había nadie.
Se fue en el viento,
quedó en mi sangre.
Volvió en el aire.
JOSÉ ÁNGEL VALENTE Recitado por Lola Alarcón
Venías, ave, corazón, de vuelo
Venías, ave,
corazón, de vuelo,
venías por los
líquidos más altos
donde duermen
la luz y las salivas
en la penumbra
azul de tu garganta.
Ibas, que voy
de vuelo,
apártalos, volando
a ras de los
albores más tempranos.
Sentirte así
venir como la sangre,
de golpe, ave,
corazón, sentirme,
sentirte al fin
llegar, entrar, entrarme,
ligera como
luz, alborearme.
JOSÉ ÁNGEL VALENTE Recitado por Jorge Mato
Esta imagen de ti
Estabas a mi
lado
y más próxima a
mí que mis sentidos.
Hablabas desde
dentro del amor,
armada de su
luz.
Nunca palabras
de amor más
puras respirara.
Estaba tu
cabeza suavemente
inclinada hacia
mí.
Tu largo pelo
y tu alegre
cintura.
Hablabas desde
el centro del amor,
armada de su
luz,
en una tarde gris de cualquier día.
Memoria de tu
voz y de tu cuerpo
mi juventud y
mis palabras sean
y esta imagen
de ti me sobreviva.
FRANCISCO BRINES
FRANCISCO BRINES Recitado por Pablo Llorente
Alocución pagana
¿ Es que, acaso, estimáis que por creer
en la
inmortalidad,
os tendrá que
ser dada?
Es obra de la
fe, del egoísmo
o la
desolación.
Y si existe, no
importa no haber creído en ella:
respuestas
ignorantes son todas las humanas
si a la muerte
interroga.
Seguid con
vuestros ritos fastuosos, ofrendas a los dioses,
o grandes
monumentos funerarios,
las cálidas
plegarias, vuestra esperanza ciega.
O aceptad el
vacío que vendrá,
en donde ni
siquiera soplará un viento estéril.
Lo que habrá de
venir será de todos,
pues no hay
merecimiento en el nacer
y nada
justifica nuestra muerte.
FRANCISCO BRINES Recitado por Alberto Valero
Palabras para una despedida
Está la luz
despierta,
y se adentra en
los ojos el contorno del monte,
y el grito de
los pájaros desvanece el oído
al venir de los
húmedos huertos.
Los blancos
pueblos de la costa,
felices de
lujuria y juventud,
alientan junto
al mar, lejanos.
No estoy allí,
mas lo que fui deseo:
la dicha viva,
los sentidos borrados,
ahora que en el
jardín el tiempo se arrincona
en las sombras,
y el olor de
las rosas sube al aire.
Hay humos
blancos y calladas palomas
en la altura, y
voces que se alejan,
hay demasiada
vida para una despedida.
Y un día habrá
de ser,
sin que la
grata luz, las voces de la casa,
los cultivos
del huerto, los días recordados
de la remota y
breve juventud,
ni tampoco el
amor que me tenéis,
retrasen la
obligada despedida.
Tendré que
aposentarme en la aridez
y perdida la
imagen de este mundo
y perdido yo
mismo,
siento que
aquel reposo será estéril,
que la vida no
fue, que el fervor
de cualquier
despedida es un engaño.
FRANCISCO BRINES Recitado por Isabel Muñoz
Palabras para una mirada
Miras, con ojos
luminosos,
mientras hablo,
los míos. Los cabellos
son fuego y
seda,
y el rosa
laberinto del oído
desvaría en la
noche,
acepta las
razones que doy sobre una vida
que ha perdido
la dicha y su mejor edad.
¿Cómo me ven
tus ojos? Yo sé, porque estás cerca,
que mis labios
sonríen,
y hay en mí
delirante juventud.
Inocente me
miras, y no quiero saber
si soy el más
dichoso hipócrita.
Sería
pervertirte decir
que quien ha
envejecido es traidor,
pues ha dado la
vida
o dado el alma,
no sólo por
placer, también por tedio,
o por
tranquilidad;
muy pocas veces
por amor.
He acercado mis
labios a los tuyos,
en su fuego he
dejado mi calor,
y emboscado en
la noche
iba espiando en
ti vejez y desengaño.
CLAUDIO RODRÍGUEZ
Alto jornal Recitado por Alberto Valero
Dichoso el que
un buen día sale humilde
y se va por la calle, como tantos
días más de su vida, y no lo espera
y, de pronto, ¿qué es esto?, mira a lo alto
y ve, pone el oído al mundo y oye,
anda, y siente subirle entre los pasos
el amor de la tierra, y sigue, y abre
su taller verdadero, y en sus manos
brilla limpio su oficio, y nos lo entrega
de corazón porque ama, y va al trabajo
temblando como un niño que comulga
mas sin caber en el pellejo, y cuando
se ha dado cuenta al fin de lo sencillo
que ha sido todo, ya el jornal ganado,
vuelve a su casa alegre y siente que alguien
empuña su aldabón, y no es en vano.
CLAUDIO
RODRÍGUEZ Recitado por Paulino Aparicio
La contrata de mozos
¿Qué estáis
haciendo aquí? ¿Qué hacemos todos
en medio de la plaza y a estas horas?
Con tanto sol, ¿quién va a salir de casa
sólo por ver qué tal está la compra,
por ver si tiene buena cara el fruto
de nuestra vida, si no son las sobras
de nuestros años lo que vendemos?
¡A cerrar ya! ¡Vámonos pronto a otra
feria donde haya buen mercado, donde
regatee la gente, y sise, y coja
con sus manos nuestra uva, y nos la tiente
a ver si es que está pasa! ¿A qué otra cosa
hemos venido aquí sino a vendernos?
Y hoy se fía, venid, que hoy no se cobra.
Es tan sencillo, da tanta alegría
ponerse al sol una mañana hermosa,
pregonar nuestro precio y todo cuanto
de hombres darlo a la redonda.
Hemos venido así a esta plaza siempre,
con la esperanza del que ofrece su obra,
su juventud al aire. ¿Y sólo el aire
ha de ser nuestro cliente? ¿Sin parroquia
ha de seguir el que es alquiladizo,
el que viene a pagar su renta? Próspera
fue en otro tiempo nuestra mercancía,
cuando la tierra nos la compró toda.
Entonces, lejos de esta plaza, entonces,
en el mercado de la luz. Ved ahora
en que paró aquel género. Contrata,
lonja servil, teatro de deshonra.
Junto a las duras piedras del rastrillo,
junto a la hoz y la criba, el bieldo y la horca,
ved aquí al hombre, ved aquí al apero
del tiempo. Junto al ajo y la cebolla,
ved la mocil cosecha de la vida.
Ved aquí al mocerío. A ver, ¿quién compra
este de pocos años, de la tierra
del pan, de buen riñón, de mano sobria
para la siega; este otro, de la tierra
del vino, algo coplero, de tan corta
talla y tan fuerte brazo, el que más rinde
en el trajín del acarreo? ¡Cosa
regalada!
Y no viene
nadie, y pronto
el sol de junio irá de puesta. Próspera
fue en otro tiempo nuestra mercancía.
Pero esperad, no recordéis ahora.
¡Nuestra feria está aquí! Si hoy no, mañana;
si no mañana, un día. Lo que importa
es que vendrán, vendrán de todas partes,
de mil pueblos del mundo, de remotas
patrias vendrán los grandes compradores,
los del limpio almacén. ¡Nadie recoja
su corazón aún! Ya sé que es tarde
pero vendrán, vendrán. ¡Tened la boca
lista para el pregón, tened la vida
presta para el primero que la coja!
Ya sé que hoy es igual que el primer día
y así han pasado una mañana y otra
pero nuestra uva no se ablanda, siempre,
siempre está en su sazón, nunca está pocha.
Tened calma, los oigo. Ahí, ahí vienen.
Y así seguimos
mientras cae la tarde,
mientras sobre la plaza caen las sombras.
CLAUDIO RODRÍGUEZ Recitado por Isabel Muñoz
Gorrión
No olvida. No
se aleja
este granuja
astuto
de nuestra
vida. Siempre
de prestado,
sin rumbo,
como
cualquiera, aquí anda,
se lava aquí,
tozudo,
entre nuestros
zapatos.
¿Qué busca en
nuestro oscuro
vivir? ¿Qué
amor encuentra
en nuestro pan
tan duro?
Ya dio al aire
a los muertos
este gorrión,
que pudo
volar, pero
aquí sigue,
aquí abajo,
seguro,
metiendo en su
pechuga
todo el polvo
del mundo.
MARÍA VICTORIA ATENCIA
MARIA VICTORIA ATENCIA Recitado por
Carmen Bris
Sazón
Ya está todo en sazón. Me siento hecha,
me conozco mujer y clavo al suelo
profunda la raíz, y tiendo en vuelo
la rama, cierta en ti, de su cosecha.
¡Cómo crece la rama y qué derecha!
Todo es hoy en mi tronco un solo anhelo
de vivir y vivir: tender al cielo,
erguida en vertical, como la flecha
que se lanza a la nube. Tan erguida
que tu voz se ha aprendido la destreza
de abrirla sonriente y florecida.
Me remueve tu voz. Por ella siento
que la rama combada se endereza
y el fruto de mi voz se crece al viento.
MARÍA VICTORIA ATENCIA Recitado por
Lola Alarcón
Mar
Bajo mi cama estáis, conchas, algas, arenas:
comienza vuestro frío donde acaban mis sábanas.
Rozaría una jábega con descolgar los brazos
y su red tendería del palo de mesana
de este lecho flotante entre ataúd y tina.
Cuando cierro los ojos se me cubren de escamas.
Cuando cierro los ojos, el viento del Estrecho
pone olor de Guinea en la ropa mojada,
pone sal en un cesto de flores y racimos
de uvas verdes y negras encima de mi almohada,
pone henchido el insomnio, y en un larguero entonces
me siento con mi sueño a ver pasar el agua.
MARÍA VICTORIA ATENCIA Recitado por
Lola Villaverde
El conde D.
Cada noche te espero desde antes de acostarme,
y cuando sobrevienes, agregada presencia
a mi quehacer, pareja de topacios que rompe
contra la piedra azul serena de los míos,
dócilmente interrumpo mi sueño y, pues prefieres
las sombras, me levanto y cierro las cortinas.
Ya puedes reclinar tu cabeza en mi hombro
y aposentar tus dientes con su sed en mi aorta,
boa de Transilvania que me cercase el cuello.
El mosto de la muerte con su empacho te alienta.
Me voy quedando fría en tanto que amanece
y sorbes acremente mi paz a borbotones.
MARÍA VICTORIA ATENCIA Recitado por
Isabel Muñoz
Godiva en blue jeans
Cuando sobrepasemos la raya que separa
la tarde de la noche, pondremos un caballo
a la puerta del sueño y, tal Lady Godiva,
puesto que así lo quieres, pasearé mi cuerpo
-los postigos cerrados- por la ciudad en vela...
No, no es eso, no es eso; mi poema no es eso.
Sólo lo cierto cuenta.
Saldré de pantalón vaquero (hacia las nueve
de la mañana), blusa del "Long Play" y el cesto
de esparto de Guadix (aunque me araña a veces
las rodillas). Y luego, de vuelta del mercado,
repartiré en la casa amor y pan y fruta.
MARÍA VICTORIA ATENCIA Recitado por
Lola Villaverde
Ternura
Quizás no sea ternura la palabra precisa
para este cierto modo compartido
de quedar en silencio ante lo bello exacto,
o de hablar yo muy poco y ser tú la belleza
misma, su emblema, aunque tan próxima y latiendo.
Y es también un destino unánime que vuelvan
a idéntico silencio -cuando llegue la hora
de la tregua indecible- mi palabra y tu zarpa.
MARÍA VICTORIA ATENCIA Recitado por
Carmen Niño
La niña
La niña de trenzas y flequillo, de babero y maleta a la espalda,
en la que me enseñaron a reconocerme las fotos de los míos,
hoy, frente a mí, en este cuaderno aparece.
Coincidencia feliz: de esa criatura vine
para llegar a ella tras de un largo camino.
Te lo ruego: sigue tú misma, o vuelve y disfruta de tus padres aún
jóvenes,
la borrega y el agua en el cauce de piedra. No te preocupes:
soy una de esas señoras que se encuentran a veces de visita en las casas
y cuyo nombre no vuelve a recordarse.
Agradecimientos a todo el grupo de la tertulia
DIVERSOS
por su implicación y trabajo,
en especial a
Javier Delgado y Paulino Aparicio
por la selección y coordinación del evento.
© Tertulia Literaria, Asociación
Cultural C/ Lope de Haro, 4 1º - Guadalajara
CIF 619302231
Esta publicación aparece gracias
a Aache Ediciones, Casino Principal y Dublin House
di-versos-guada.blogspot.com
Números atrasados
COPIPLUS, Condesa de la Vega del Pozo, 3.
Guadalajara..
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