DIVERSOS
43. TERTULIA POÉTICA GUADALAJARA noviembre 2014
El
sepulcro de los duros de mollera, tarugos, codonys, changadores y otros
zopencos, es una humilde lata. ¡Qué
le vamos a hacer. Así se escribe el final coloreado del otoño, el oscuro amanecer
de un frio invierno. El ocaso de todos aquellos que se significan por su babear
profundo. ¿Qué tiene de poético el membrillo? Nada parece más alejado de la
poesía que el discurso profundo que los que siempre tuvieron pocas entendederas.
Lo mejor de este
abnegado fruto, es su sentido de pertenencia al mundo de lo vegetal. No sabemos
a ciencia cierta cómo se descubre que el membrillo cocido, levemente azucarado
se convierte en un manjar. Parece ser que los griegos y romanos lo consideraban
como la fruta del amor y sus árboles eran encomendados a Afrodita. Las mujeres
mordisqueaban un membrillo para perfumar sus labios antes de dar su beso de
entrada hacia el acto del amor. ¿Quizás por eso llamamos en Castilla a la unión
de membrillo y queso “beso de novia”? Entre besos y ropa perfumada discurren
los caminos de este humilde semanal. JLGR
JORGE MATO
Ángeles Solana. Árbol con membrillos
Membrillos
Lluvia de luz caída
sobre el ramaje verde.
Gotas de oro en el árbol,
el corazón de almíbar,
os guardo entre las sábanas
de un lecho de recuerdos.
Cuando os pienso ahora,
un perfume profundo
impregna las palabras de nostalgia.
Bajo la copa leve
ramaje salpicado
de minúsculos soles,
se hace más dulce el día.
Más cálidas las tardes.
Perfumando ajuar
JOSÉ
LUIS GÓMEZ RECIO
Tirando piedras al cielo
Tirando piedras al cielo
recogí estrellas fugaces,
alguien, ¿quién sería? las encendía
para que yo pudiera tener deseos.
Así aprendí a soñar.
Algunas veces, el pegamento
del cielo caducaba
y caía un lucero trastornado
más allá del horizonte de la noche.
Entonces no cabía ningún pensamiento.
Otras veces, los arañazos luminosos
provenían de los restos que
los astronautas arrojaban
a los
membrillos anclados al terruño.
Yo soñaba que les daban en la cabeza.
Acuarelas de Jorge Mato
PAULINO
APARICIO
A
un membrillo
Tengo un membrillo en la mano.
Lo miro en el reflector que alumbra la noche de diciembre, tiernamente ajado
sobre el escritorio donde quiero sujetar lo que le queda.
Todavía contagia una caricia
de acidez y de tierra; la piel encogida, marchándose, cuando en ella cabe,
amortajada, una conclusión sin retroceso.
Cuando se despide, sabiéndolo
yo sólo…
Se está empezando a podrir. No
lo percibe. Celebro esa inocencia de las cosas inertes.
Puse una vara y la regué. No
recuerdo la fecha. Quería olerte desde ese día, cuando sólo eras la nada viva
de un palo escarbando la tierra, cuando las raíces ponían el huevo anhelante en
las venas del légamo.
Yo presentí su forcejeo pero
no vi, no pude ver, su lucha a oscuras, la llamarada de sangre abriéndose paso;
esa soledad silenciosa de la vida almacenando
jugos.
Era primavera, quizá invierno
aún; a tientas oriento los colores, los botones zumbaban en los árboles, ¿o era
sólo la brisa corriendo una cortina?,
bocanada de amarillos y rosas por el aire; siembras presentidas en esa
luz que conozco de ir saliendo del frío.
Lunas y ladridos fueron formando su confianza. Era
frágil, podía romperse. En un momento sentí que le vivía el cristal delgado de
ser, una saliva buscando nombre, la corteza sumisa como un diente de leche, o
el andar fracturado que los niños enseñan.
Manuela Moya. Óleo sobre lienzo
Pasaron dos primaveras más.
Las hojas sacaron destellos de batalla ganada…
Pero las hojas no huelen a
membrillo; está su mirada, la savia que circula por la madera viva, el goteo,
los minerales sacados, la herencia a empujones, esa creencia infinita del fruto
hablando, de la flor redonda, con ribetes de olor: un sano mensaje azul,
húmedo, vital, estallante... saliva abajo... viniendo del amor...
El mensaje aprendido en la
infancia entre los cajones de la ropa. La madre sin orillas que aromaba las
sábanas...
Partida en nieblas puedo
tocarla; un recuerdo que lucha con la niebla. El viento veloz, escaleras hacia
la nada que es tan difícil de creer. Que sabe tanto a no haber sido nunca.
Este año ocurrió. Las abejas
treparon a su escritura de pétalos. El sol mandaba paletadas como un remero que
remonta, lanzando flechas, la redondez infantil que empieza a sentirse formando
cauteloso, el mucílago lento, el zumo verde, la leche inaugural, el espacio
redondo, verde; mariposas arriba...
Ahora puedo olerlo, cuando ya
se desviste por las mismas escaleras de la nada. Lo tomo. Siento su lenta
frescura. Huele a membrillo, no sé decir más pero siento eso tan definitivo que
nunca podré pronunciar sin recurrir a la metáfora: dulce, amarillo, añil, de un
lavadero público... por entre los cajones de una casa que ya no es mi casa; en
el recuerdo de una madre que sigue siendo mi madre por las escaleras del aire.
Esa separación agotadora.
Huelo el membrillo antes de
que sea ceniza: añil, dulce, amarillo, ácido... algo del aroma a la hierba
luisa pero cuajado en carne. Siento eso con los ojos cerrados.
El adagietto de Mahler que
suena, tampoco puedo explicarlo. Me refugio en su sombra, y siento el tiempo
sublime de la música.
Narciso
del Rio. Fotografía premiada
GRACIA
IGLESIAS (Dedicado
a Vicente Moratilla)
Jalea
de membrillo
Enero es una caja de botones
que todavía sueña
su dulce corazón antiguo de membrillo.
Fuego en la chimenea,
manzanas, queso y nueces.
Enero es una caja de promesas,
una caja de lata en la que el sol
destila gota a gota la jalea
de todos los membrillos
que le entregó el otoño.
Beso de
novia
VICENTE
MORATILLLA
La caja de los botones
Hay aromas que persisten
Y te acercan el pasado
como el de la vieja Plaza.
Membrillos asados
de aquel octubre tardío
entre el aire de castañas,
huella de carne de almíbar
de una caja de latón
con la virgen estampada
Recientes olores nuevos,
derramados en rocío,
botones, lejía y miel
entre
baldosas de barro
recién lavadas.
ALBERTO
VALERO
Mi
tiempo por ti
Mi “tiempo” no es tan solo una palabra,
cual humo, que el viento se lleva y pierde,
ni solo la añoranza que nos muerde,
cuando se va no vuelve, solo acaba.
El tiempo puede ser saeta inquieta,
un lapsus saltarín que solo danza
al ritmo del tic tac vieja mudanza,
que al final del compás se queda quieta.
Incansable. ¿Pararlo? no hay receta
para hacerlo alargar en el espacio
que ocupó la fugaz luz de la vida.
El final marcará con su ruleta,
pues si está por llegar, llegue despacio.
¡Que importa si por ti… me fue medida!
JAVIER DELGADO
La calle
Todos aquellos otoños,
tantos,
este mismo incluso
que entrenas
en el oficio extraño
de extender atardeceres.
O habitar
su dilatada espesura
de hojas,
(adioses),
en cálculo luminoso
de un misterioso ungüento
para suavizar la tierra
un segundo antes
de su cobertura inane
de escarcha,
donde habitar el sueño
inaplazable,
la mudez.
No hay tal misterio.
La lluvia hoy,
la insólita lluvia,
vino a sembrar de agujas
el dorado perfil
de la calle.
La misma calle
que delega su existencia
en la noche
y que a duras penas
resistirá,
vacía,
la diacronía del alba.
AMPARO NAVARRO
Se trepa la luz
Se trepa la luz por la ventana,
se escuchan las aves en el jardín,
tu recuerdo se domicilia en mi cama,
atesoro las sábanas que fermentan tu humedad.
Olvidaste tu sombra acechando
sin permiso por la casa,
tu ADN lo dejaste en el colchón,
yo lo conquisto y lo clono.
¿Qué hago con este miedo al futuro sin ti?
CARLOS
BERNAL
Notas en
un bar
No sé qué hacer en un día gris,
inicio de primavera.
Cansancio, fatiga
no sé qué hacer.
El día amenaza lluvia
y una brisa fresquita
nos acaricia, invita al abrazo
pero no sé qué hacer.
Camino,
me canso,
escucho,
me tapo,
no sé qué hacer.
Observo a mi alrededor un bar con grandes
ventanales
pego mi cara en ellos
la gente habla,
pero no saben qué hacer ni que decir.
No sé qué hacer
y hacer es hacer lo que sea .
Un motivo, necesito algo que me haga
hacer
¿cambiar el día gris?
quizás
pero eso no lo puedo hacer .
¡La primavera está ahí!
¿esa es la causa?
Solo sé qué tengo que hacer.
Siento los rumores y escucho
observo las miradas
los bostezos que disimulan los silencios
y no saben qué hacer
la primavera ha llegado…
Cansancio,
fatiga,
no sé qué hacer,
… y no sabemos cómo ha llegado.
Observo a través del cristal el interior del
bar.
LUIS ALBERTO DE CUENCA (Poeta propuesto por Manuel Sanz)
Sonja la Roja
Los querías tanto a los héroes,
tanto soñabas con sus compañeras,
que te parecía imposible
que fuesen sólo emblemas o símbolos
tanto soñabas con sus compañeras,
que te parecía imposible
que fuesen sólo emblemas o símbolos
para
explicar el mundo.
¡Cómo quisieras que tuviesen ojos,
labios y dientes, piernas, brazos!
Y, sobre todos, ella,
¡Cómo quisieras que tuviesen ojos,
labios y dientes, piernas, brazos!
Y, sobre todos, ella,
la que viene de lejos para velar tu
sueño,
la que triunfa y se marcha,
Sonja la Roja, la rival de Conan.
la que triunfa y se marcha,
Sonja la Roja, la rival de Conan.
De El
otro sueño (1987)
Antonio López.
Fotograma de la película de Víctor Erice, El sol del membrillo 1991
Tenemos
que acabar
Ha llegado el momento de
finiquitar este pequeño homenaje a los
membrillos. No hay tema que no se le pueda meter diente por la poesía. Y en
este caso –como en los poemas de amores correspondidos- con buen sabor de boca.
Gracias, como siempre, al
Casino Principal de Guadalajara, Ediciones Aache, Laura Dom y Dublin House por
echarnos una manita. A nuestros Diversos Amigos y a nosotros mismos que nos
tomamos copas, pensamos y pagamos cuotas.
Nuestro blog: di-versos-guada.blogspot.com y si quieres números atrasados pídelos a
Discopi, Cuesta del Matadero, 17 Guadalajara.
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