miércoles, 25 de marzo de 2015

DIVERSOS 60

DIVERSOS
60. TERTULIA POÉTICA GUADALAJARA marzo de 2015


LA PROMOCIÓN POÉTICA DE LOS 50

Ya tocaba si, una buena dosis, insuficiente pero necesaria, de nuestros Poetas del 50, para que no se nos olvide nunca de dónde venimos, (de a dónde vamos no se sabe nada). Abundante ración de la mejor poesía la que se nos ofreció en el recital del pasado día 11 de marzo celebrado en un espacio de luminosa arquitectura, proyecto de la pareja de arquitectos  Luis Rojo y Begoña Fernández Shaw, que aloja desde 2012 el Archivo Histórico Provincial.
Todo ello posible gracias a su directora, Riansares Serrano, a Rafael de Lucas y a todo su equipo, volcado  en el evento desde su origen, y a la Asociación de Amigos del Archivo.  El contexto histórico de los años 50 fue definido por el profesor Pablo Calero Delso de manera eficaz y amena  en una breve conferencia previa: “La España de los 50: Azul, gris y negro”.
A partir de ahí los contertulios de DIVERSOS, ellas y ellos, mutaron por momentos en Figuera, González, Caballero Bonald, Barral, Goytisolo, Gil de Biedma, Valente, Brines, Rodríguez y Atencia… dejando en la sala sentimientos, luces y sombras, de aquellos años duros en los que ellos protagonizaron la creación literaria, todavía muy vigente, confirmando aquella máxima de Bertolt Brecht: "En los tiempos sombríos, ¿se cantará también? También se cantará sobre los tiempos sombríos."   El público, que casi llenó la sala, atendió y disfrutó hasta el final durante más de hora y media. ¿Quién dijo que la poesía no es espectáculo en nuestros días? Apostad algo a que repetimos… JAVIER DELGADO


ÁNGELA FIGUERA AYMERICH



Carmen Bris recitando a Ángela Figuera

Mujer de barro                                

Mujer de barro soy, mujer de barro:
pero el amor me floreció el regazo.

Mujer
¡Cuán vanamente, cuán ligeramente
me llamaron poetas, flor; perfume!

Flor; no: florezco. Exhalo sin mudarme.
Me entregan la simiente: doy el fruto.
El agua corre en mí: no soy el agua.
Árboles de la orilla, dulcemente
los acojo y reflejo: no soy árbol.
Ave que vuela, no: seguro nido.

Cauce propicio, cálido camino 
para el fluir eterno de la especie.


ÁNGELA FIGUERA Recitado por Carmen Niño


Éxodo
                                                            
Una mujer corría. 
Jadeaba y corría.
Tropezaba y corría.
Con un miedo macizo debajo de las cejas
y un niño entre los brazos.

Corría por la tierra que olía a recién muerto.
Corría por el aire con sabor a trilita.
Corría por los hombres erizados de encono.

Miraba a todos lados.
Quería detenerse.
Sentarse en un ribazo y con su hijo menudo.
Sentarse en un ribazo y amamantar en paz.

Pero no hallaba sitio.
No encontraba reposo.
No lograba la pausa sosegada y segura
que las madres precisan.
Ese viento apacible que jamás se interpone
entre el pecho y el labio.

Buscaba cerca y lejos.
Buscaba por las calles,
por los jardines y bajo los tejados,
en los atrios de las iglesias,
por los caminos desnudos y carreteras arboladas.
Buscaba un rincón sin espantos,
un lugar aseado para colocar una cuna.

Y corría y corría.
Dio la vuelta a la tierra.
Buscando.
Huyendo.
Y no encontraba sitio.
Y seguía corriendo.

Y el niño sollozaba débilmente.
Crecía débilmente
colgado de su carne fatigada.



ÁNGELA FIGUERA Poema recitado por Vicente Moratilla




Nadie sabe
  
 Abre tus ojos anchos al asombro
 cada mañana nueva y acompasa
 en místico silencio tu latido
 porque un día comienza su voluta
 y nadie sabe nada de los días
 que se nos dan y luego se deshacen
 en polvo y sombra. Nadie sabe nada.
       
 Pisa la tierra. Vierte la simiente.
 Coge la flor y el fruto. Sin palabras.
 Pues nadie sabe nada de la tierra
 muda y fecunda que, en silencio, brota,
 y nadie sabe nada de las flores
 ni de los frutos ebrios de dulzura.
       
 Mira la llamarada de los árboles
 irguiéndose en lo azul. Contempla, toca
 la piedra inmóvil de alma intraducible
 y el agua sin contornos que camina
 por sus trazados cauces ignorándolos.
 Sueña sobre ellos. Sueña. Sin decirlo.
 Pues nadie sabe nada de los árboles
 ni de la piedra ni del agua en fuga.
       
 Mira las aves, altas, desprendidas,
 rayando el sol a golpe de sus alas.
 Toma del aire el trino y el gorjeo,
 pero no quieras traducir su ritmo,
 pues nadie sabe nada de los pájaros.
 Mira la estrella. Vuela hasta su altura.
 Toma su luz y enciéndete la frente,
 pero no inquieras su remoto arcano
 pues nadie sabe nada de la estrella.
       
 Besa los labios y los ojos. Goza
 la carne del amante sazonada
 secretamente para ti. Acomete
 con decisión humilde la tarea
 del imperioso instinto. Crece y ama.
 Mas nada digas del tremendo rito
 pues nadie sabe nada de los besos,
 ni del amor ni del placer ni entiende
 la ruda sacudida que nos pone
 el hijo concluido entre los brazos.
       
 Clama sin gritos. Llora sin estruendo.
 Cierra las fauces del dolor oscuro,
 pues nadie sabe nada de las lágrimas.
       
 Vete a hurtadillas con discreto paso.
 Traspasa quedamente la frontera,
 pues nadie sabe nada de la muerte.



ÁNGEL GONZÁLEZ





Camposanto en Collioure 
Recitado por Carlos Bernal                                            

Aquí paz,
y después gloria.
Aquí,
a orillas de Francia,
en donde Cataluña no muere todavía
y prolonga en carteles de «Toros à Ceret»
y de «Flamenco's Show»
esa curiosa España de las ganaderías
de reses bravas y de juergas sórdidas,
reposa un español bajo una losa:
                                            paz
y después gloria.
Dramático destino,
triste suerte
morir aquí   —paz
y después...—
                                           perdido,
abandonado
y liberado a un tiempo
(ya sin tiempo)
de una patria sombría e inclemente.
Sí; después gloria.
Al final del verano,
por las proximidades
pasan trenes nocturnos, subrepticios,
rebosantes de humana mercancía:
manos de obra barata, ejército
vencido por el hambre
                                              —paz...—,
otra vez desbandada de españoles
cruzando la frontera, derrotados
—...sin gloria.
Se paga con la muerte
o con la vida,
pero se paga siempre una derrota.
¿Qué precio es el peor?
                                                  Me lo pregunto
y no sé qué pensar
ante esta tumba,
ante esta paz
                            —«Casino
de Canet: spanish gipsy dancers»,
rumor de trenes, hojas...—,
ante la gloria ésta
—...de reseco laurel—
que yace aquí, abatida
bajo el ciprés erguido,
igual que una bandera al pie de un mástil.
Quisiera,
a veces,
que borrase el tiempo
los nombres y los hechos de esta historia
como borrará un día mis palabras
que la repiten siempre tercas, roncas.


















ÁNGEL GONZALEZ 
Recitado por Javier Delgado


Para que yo me llame Ángel González            

Para que yo me llame Ángel González,
para que mi ser pese sobre el suelo,
fue necesario un ancho espacio
y un largo tiempo:
hombres de todo el mar y toda tierra,
fértiles vientres de mujer, y cuerpos
y más cuerpos, fundiéndose incesantes
en otro cuerpo nuevo.
Solsticios y equinoccios alumbraron
con su cambiante luz, su vario cielo,
el viaje milenario de mi carne
trepando por los siglos y los huesos.
De su pasaje lento y doloroso
de su huida hasta el fin, sobreviviendo
naufragios, aferrándose
al último suspiro de los muertos,
yo no soy más que el resultado, el fruto,
lo que queda, podrido, entre los restos;
esto que veis aquí,
tan sólo esto:
un escombro tenaz, que se resiste
a su ruina, que lucha contra el viento,
que avanza por caminos que no llevan
a ningún sitio. El éxito
de todos los fracasos. La enloquecida

fuerza del desaliento...


ÁNGEL GONZALEZ Recitado por Paulino Aparicio







Me basta así                                                            

Si yo fuese Dios
 y tuviese el secreto,
 haría un ser exacto a ti;
 lo probaría
 (a la manera de los panaderos
 cuando prueban el pan, es decir:
 con la boca),
 y si ese sabor fuese
 igual al tuyo, o sea
 tu mismo olor, y tu manera
 de sonreír,
 y de guardar silencio,
 y de estrechar mi mano estrictamente,
 y de besarnos sin hacernos daño
 —de esto sí estoy seguro: pongo
 tanta atención cuando te beso—;
 entonces,

 Si yo fuese Dios,
 podría repetirte y repetirte,
 siempre la misma y siempre diferente,
 sin cansarme jamás del juego idéntico,
 sin desdeñar tampoco la que fuiste
 por la que ibas a ser dentro de nada;
 ya no sé si me explico, pero quiero
 aclarar que si yo fuese
 Dios, haría
 lo posible por ser Ángel González
 para quererte tal como te quiero,
 para aguardar con calma
 a que te crees tú misma cada día
 a que sorprendas todas las mañanas
 la luz recién nacida con tu propia
 luz, y corras
 la cortina impalpable que separa
 el sueño de la vida,
 resucitándome con tu palabra,
 Lázaro alegre,
yo,
 mojado todavía
 de sombras y pereza,
 sorprendido y absorto
 en la contemplación de todo aquello
 que, en unión de mí mismo,
 recuperas y salvas, mueves, dejas
 abandonado cuando —luego— callas...
(Escucho tu silencio.
Oigo constelaciones: existes.
Creo en ti.
Eres.
Me basta).





ÁNGEL GONZÁLEZ Recitado por Vicente Moratilla

Ayer                                                                           

Ayer fue miércoles toda la mañana.
 Por la tarde cambió:
 se puso casi lunes,
 la tristeza invadió los corazones
 y hubo un claro
 movimiento de pánico hacia los
 tranvías
 que llevan los bañistas hasta el río.

 A eso de las siete cruzó el cielo
 una lenta avioneta, y ni los niños
 la miraron.
 Se desató
 el frío,
 alguien salió a la calle con sombrero,
 ayer, y todo el día
 fue igual,
 ya veis
 qué divertido,
 ayer y siempre ayer y así hasta ahora,
 continuamente andando por las calles
 gente desconocida,
 o bien dentro de casa merendando
 pan y café con leche, ¡qué
 alegría!

 La noche vino pronto y se encendieron
 amarillos cálidos faroles,
 y nadie pudo
 impedir que al final amaneciese
 el día de hoy,
 tan parecido
 pero
 ¡tan diferente en luces y aroma!

 Por eso mismo,
 porque es como os digo
 dejadme que os hable
 de ayer, una vez más
 de ayer: el día
 incomparable que ya nadie nunca
 volverá a ver jamás sobre la tierra.

















JOSÉ CABALLERO BONALD



A batallas de amor, campo de pluma 
Recitado por Carmen Bris 
                    
Ningún vestigio tan inconsolable
como el que deja un cuerpo
entre las sábanas
                              y más
cuando la lasitud de la memoria
ocupa un espacio mayor
del que razonablemente le corresponde.

Linda el amanecer con la almohada
y algo jadea cerca, acaso un último
estertor adherido
a la carne, la otra vez adversaria
emanación del tedio estacionándose
                                                         entre los utensilios de la noche.

Despierta, ya es de día, mira
los restos del naufragio
bruscamente esparcidos
en la vidriosa linde del insomnio.

Sólo es un pacto a veces, una tregua
ungida de sudor, la extenuante
reconstrucción del sitio
donde estuvo asediado el taciturno
material del deseo.
  
 

JOSE CABALLERO BONALD Recitado por Carmen Niño y Carlos Bernal     


































Somos el tiempo que nos queda 
    
(cn)Ligeramente tumefacta
 pero ofrecida con codicia,
 llegó la boca hasta el lindero
 de la precaria intimidad.
 Iban reptando las parejas
 que se apiñaban en lo oscuro:
 no se miraban, se sumían
 en un compendio de sudores,
 se convertían en secuaces
 de la penumbra suspensiva.
 Como un furtivo postulado
 brilló el mechero de los cómplices.
  
(cb) No te preocupes no me he ido,
 ¿cómo iba a irme sin saber?
 Somos el tiempo que nos queda.

 Y ya los cuerpos se anudaban
 bajo la oscura marquesina,
 sin decidir con qué argumentos
 recobrarían su ansiedad.
 Era una esquirla el clarinete,
 un estertor de la armonía.

(cn)Toda la noche resonando
 como una sábana en tus pechos,
 toda la noche entre emboscadas
 buscando llaves que no abrían.

 Chorros de gritos tan vehementes
 que entrechocan con los vasos
 iban tiñendo de lujuria
 los cortinajes y butacas.
 Entre el estruendo de los rótulos
 unas caderas rebullían
 como impulsadas por la piel
 incandescente del tambor.

 (cb) Mira qué prendas, qué proclamas
 de irremediable soledad.
 Habla más alto, no se escucha
 más que el furor de los licores.
 Todo está lleno de luciérnagas
 y de insufribles fumarolas,
 todo parece confiscado
 por los que nunca saben nada.

(cn) Pero la boca ya ofrecía
 sus rezumantes terciopelos,
 boca promiscua, saturada
 de zumos ávidos y esguinces.
 Está invadida de jadeos,
 no se parece a las demás.
 No se parece, no es mentira.

 (cb) Pisando vidrios, esgrimiendo
 restos de yerbas y de músicas,
 llegaron nuevas avalanchas
 de adormilados oficiantes.
 Era la hora del suicidio
 y algunos miembros de la secta
 se desnudaron en la sala
 con voluptuosa dejadez.

¿Cómo evitar el simulacro,
 cómo vivir sin desvivirnos?
 Surcan los días por tu vientre.
 Somos el tiempo que nos queda.

CARLOS BARRAL



















CARLOS BARRAL Recitado por José Luis Gómez Recio

 Baño de doméstica

Entonces arrojaba
 piedrecillas al agua jabonosa,
 veía disolverse
 la violada rúbrica de espuma,
 bogar las islas y juntarse, envueltas
 en un olor cordial o como un tibio
 recuerdo de su risa.

¿Cuántas veces pudo ocurrir
 lo que parece ahora tan extraño?
 Debió de ser en tardes señaladas,
 a la hora del sol,
 cuando sestea la disciplina.

En seguida volvía
 crujiendo en su uniforme almidonado
 y miraba muy seria al habitante
 que aún le sonreía
 del otro lado de la tela metálica.

Vaciaba el barreño
 sobre la grava del jardín.
 Burbujas
 en la velluda piel de los geranios…

 Su espléndido desnudo,
 al que las ramas rendían homenaje,
 admitiré que sea
 nada más que un recuerdo esteticista.
 Pero me gustaría ser más joven
 para poder imaginar
 (pensando en la inminencia de otra cosa)
 que era el vigor del pueblo soberano.



CARLOS BARRAL Recitado por Paulino Aparicio




















Más sobre la insolencia del alba

Si, es como un sucio animal que recorre el mundo
escapando a las redes del huso meridiano
detrás de los correos del aire en que dormitan
o velan sobre el vientre los hombres de negocios,
las modelos de tapa o los habituales del congreso.

O merodea sin prisa y por encima
de los buques oscuros que parecen sin nadie.
Que es como una rata enorme
Y asustadiza en el cielo borroso de los trópicos
o como un pez alargado e inmóvil
en los condados áridos del frio.

Que en todas partes suscita la sirena o el látigo
o el timbre modesto y lúgubre de los despertadores.
Que en la alcoba introduce los húmedos hocicos
y lame el flanco de la muchacha dormida y lo destiñe
y que fija un instante sobre el que parpadea
un ojo muerto y gris, sanguinolento.
Y que huye y huye provocando catástrofes,
descarrilando trenes pálidos y desorientados.

Que hurga en los hospitales y husmea cementerios
y va dejando un rastro de baba violeta
por entre los escombros de las fiestas tribales.
La aurora es un martillo,
es como una bandada de sordos bombarderos,
un vuelo de rapaces sobre gentes
de precaria existencia, que no saben,
que no han pensado aún si la detestan
y ya la reconocen y la temen;
es como una amenaza.
Es blanca sobre el lecho pringoso del insomne,
como una vaga niebla, una distancia.

(Tan lejos el relieve del desnudo inmediato,
extraño y arrogante.)


CARLOS BARRAL Recitado por Alberto Valero y Pablo Llorente


Exterior del gato                             

(av) Ser el gato,
 hacer un esfuerzo y ser el gato
 transitorio del alba y en la cumbre
 del mundo transitado, y presumible.
   
(pll) Ser por fuera del gato todo el gato posible
 después del atigrado resplandor de la noche
 última y la pasmada contracción felina.
 Comenzar en el zinc al borde de las uñas,
 en el cielo que escurre el canalón vacío
 y en la flor espectral que crece entre las rejas.
        
 (av) El gato que despierta paso a paso las viejas
 miserables espaldas de fábrica baldada
 y el aire algodonoso de las ramas al suelo
 y la tierra afeitada del muro hasta el camino
 y hasta el bidón sonoro que su peso estremece.

(pll) Ser gato por fuera y tan cabal. Parece
 que el mundo quepa dentro de esta pausa ondulada
 precisa como un astro, que te llama
 y a quien no negarás el pararte desnuda
 donde nadie hubiera imaginado

 aurora sobre el muro desconchado,
 alba rosada sobre el gris de un gato,
 con las puntas nocturnas de los pechos
 apuntando a esos hombres cavilosos
 que llegan tan despacio, pisando en las afueras.

JOSÉ AGUSTÍN GOYTISOLO




Palabras para Julia Recitado por Carlos Bernal

Tú no puedes volver atrás
porque la vida ya te empuja
como un aullido interminable.
Hija mía es mejor vivir
con la alegría de los hombres
que llorar ante el muro ciego.
Te sentirás acorralada
te sentirás perdida o sola
tal vez querrás no haber nacido.
Yo sé muy bien que te dirán
que la vida no tiene objeto
que es un asunto desgraciado.
Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.
La vida es bella, ya verás
como a pesar de los pesares
tendrás amigos, tendrás amor.
Un hombre solo, una mujer
así tomados, de uno en uno
son como polvo, no son nada.
Pero yo cuando te hablo a ti
cuando te escribo estas palabras
pienso también en otra gente.
Tu destino está en los demás
tu futuro es tu propia vida
tu dignidad es la de todos.
Otros esperan que resistas
que les ayude tu alegría
tu canción entre sus canciones.
Entonces siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti
como ahora pienso.
Nunca te entregues ni te apartes
junto al camino, nunca digas
no puedo más y aquí me quedo.
La vida es bella, tú verás
como a pesar de los pesares
tendrás amor, tendrás amigos.
Por lo demás no hay elección
y este mundo tal como es
será todo tu patrimonio.
Perdóname no sé decirte
nada más pero tú comprende
que yo aún estoy en el camino.
Y siempre siempre acuérdate
de lo que un día yo escribí
pensando en ti como ahora pienso.




JOSÉ AGUSTÍN GOYTISOLO Recitado por Carmen Niño y José Luis Gómez Recio


Ya se está poniendo el sol
             
(cn)Ya se está poniendo el sol:
regresa mi cazador.                               
(jl)¿Y adónde vas tú tan tarde?
(cn) Al soto a ver a mi amante.
(jl)¿Y qué diré a las vecinas?
(cn)Que encierren a sus gallinas.
(jl) ¿Qué pensará el pueblo entero?
(cn) Me lo pongo por sombrero.
Si quieren saber del caso
que oigan al viento en los álamos.

  
JOSÉ AGUSTÍN GOYTISOLO Recitado por José Luis Gómez Recio

Me lo decía mi abuelito

Me lo decía mi abuelito
me lo decía mi papá
me lo dijeron muchas veces
y lo olvidaba muchas más.
Trabaja niño no te pienses
que sin dinero vivirás
junta el esfuerzo y el ahorro
ábrete paso ya verás
como la vida te depara
buenos momentos. Te alzarás
sobre los pobres y mezquinos
que no han sabido descollar.

Me lo decía mi abuelito
me lo decía mi papa
me lo dijeron muchas veces
y lo olvidaba muchas más.
La vida es lucha despiadada
nadie te ayuda así nomás
y si tú solo no adelantas
te irán dejando atrás atrás.
Anda muchacho dale duro
la tierra toda el sol y el mar
son para aquellos que han sabido
sentarse sobre los demás...

Me lo decía mi abuelito
me lo decía mi papá
me lo dijeron muchas veces
y lo he olvidado siempre más.


JAIME GIL DE BIEDMA


Contra Jaime Gil de Biedma 
Recitado por Paulino Aparicio y Javier Delgado

(pa) De qué sirve, quisiera yo saber, cambiar de piso,
dejar atrás un sótano más negro
que mi reputación —y ya es decir—,
poner visillos blancos
y tomar criada,
renunciar a la vida de bohemio,
si vienes luego tú, pelmazo,
embarazoso huésped, memo vestido con mis trajes,
zángano de colmena, inútil, cacaseno,
con tus manos lavadas,
a comer en mi plato y a ensuciar la casa?

(jd)Te acompañan las barras de los bares
últimos de la noche, los chulos, las floristas,
las calles muertas de la madrugada
y los ascensores de luz amarilla
cuando llegas, borracho,
y te paras a verte en el espejo
la cara destruida,
con ojos todavía violentos
que no quieres cerrar. Y si te increpo,
te ríes, me recuerdas el pasado
y dices que envejezco.

(pa) Podría recordarte que ya no tienes gracia.
Que tu estilo casual y que tu desenfado
resultan truculentos
cuando se tienen más de treinta años,
y que tu encantadora
sonrisa de muchacho soñoliento
—seguro de gustar— es un resto penoso,
un intento patético.
Mientras que tú me miras con tus ojos
de verdadero huérfano, y me lloras
y me prometes ya no hacerlo.

(jd)Si no fueses tan puta!
Y si yo supiese, hace ya tiempo,
que tú eres fuerte cuando yo soy débil
y que eres débil cuando me enfurezco...
De tus regresos guardo una impresión confusa
de pánico, de pena y descontento,
y la desesperanza
y la impaciencia y el resentimiento
de volver a sufrir, otra vez más,
la humillación imperdonable
de la excesiva intimidad.

(pa)A duras penas te llevaré a la cama,
como quien va al infierno
para dormir contigo.
Muriendo a cada paso de impotencia,
tropezando con muebles
a tientas, cruzaremos el piso
torpemente abrazados, vacilando
de alcohol y de sollozos reprimidos.
Oh innoble servidumbre de amar seres humanos,
y la más innoble
que es amarse a sí mismo!



JOSÉ ÁNGEL VALENTE


XXVII    
Recitado por Jorge Mato                                                                                                                                          
A usted le doy una flor,
si me permite,
un gato y un micrófono,
un destornillador totalmente en desuso,
una ventana alegre.
Agítelos.
Haga un poema
o cualquier otra cosa.
Léasela al vecino.
Arrójela feliz al sumidero.
Y buenos días,
no vuelva nunca más, salude
a cuantos aún recuerden
que nos vamos pudriendo de impotencia.


JOSÉ ÁNGEL VALENTE Recitado por Lola Alarcón

Materia

Convertir la palabra en la materia
donde lo que quisiéramos decir no pueda
penetrar más allá
de lo que la materia nos diría
si a ella, como un vientre,
delicado aplicásemos,
desnudo, blanco vientre,
delicado el oído para oír
el mar, el indistinto
rumor del mar, que más allá de ti,
el no nombrado amor, te engendra siempre.





 JOSÉ ÁNGEL VALENTE 
Recitado por Jorge Mato

El crimen

Hoy he amanecido
como siempre, pero
con un cuchillo
en el pecho. Ignoro
quién ha sido,
y también los posibles
móviles del delito.

Estoy aquí
tendido
y pesa vertical
el frío.

La noticia se divulga
con relativo sigilo.

El doctor estuvo brillante, pero
el interrogatorio ha sido
confuso. El hecho
carece de testigos.
(Llamada de portera,
dijo
que el muerto no tenía
antecedentes políticos.
Es una obsesión que la persigue
desde la muerte del marido.)

Por mi parte no tengo
nada que declarar.
Se busca al asesino;
sin embargo,
tal vez no hay asesino,
aunque se enrede así el final de la trama.

Sencillamente yazgo
aquí, con un cuchillo...
Oscila, pendular y
solemne, el frío.
No hay pruebas contra nadie. Nadie
ha consumado mi homicidio.

















JOSÉ ÁNGEL VALENTE Recitado por Lola Villaverde

Serán ceniza

Cruzo un desierto y su secreta
 desolación sin nombre.
 El corazón
 tiene la sequedad de la piedra
 y los estallidos nocturnos
 de su materia o de su nada.

 Hay una luz remota, sin embargo,
 y sé que no estoy solo;
 aunque después de tanto y tanto no haya
 ni un solo pensamiento
 capaz contra la muerte,
 no estoy solo.

 Toco esta mano al fin que comparte mi vida
 y en ella me confirmo
 y tiento cuanto amo,
 lo levanto hacia el cielo
 y aunque sea ceniza lo proclamo: ceniza.

 Aunque sea ceniza cuanto tengo hasta ahora,
 cuanto se me ha tendido a modo de esperanza.



























JOSÉ ÁNGEL VALENTE Recitado por Jorge Mato

La poesía

Se fue en el viento,
 volvió en el aire.

 Le abrí en mi casa
 la puerta grande.

 Se fue en el viento.
 Quedé anhelante.

 Se fue en el viento,
 volvió en el aire.

 Me llevó adonde
 no había nadie.

 Se fue en el viento,
 quedó en mi sangre.

 Volvió en el aire.


JOSÉ ÁNGEL VALENTE Recitado por Lola Alarcón

Venías, ave, corazón, de vuelo

Venías, ave, corazón, de vuelo,
venías por los líquidos más altos
donde duermen la luz y las salivas
en la penumbra azul de tu garganta.

Ibas, que voy
de vuelo, apártalos, volando
a ras de los albores más tempranos.

Sentirte así venir como la sangre,
de golpe, ave, corazón, sentirme,
sentirte al fin llegar, entrar, entrarme,
ligera como luz, alborearme.












JOSÉ ÁNGEL VALENTE Recitado por Jorge Mato 

Esta imagen de ti

Estabas a mi lado
y más próxima a mí que mis sentidos.

Hablabas desde dentro del amor,
armada de su luz.
Nunca palabras
de amor más puras respirara.

Estaba tu cabeza suavemente
inclinada hacia mí.
Tu largo pelo
y tu alegre cintura.
Hablabas desde el centro del amor,
armada de su luz,
 en una tarde gris de cualquier día.

Memoria de tu voz y de tu cuerpo
mi juventud y mis palabras sean
y esta imagen de ti me sobreviva.




FRANCISCO BRINES




FRANCISCO BRINES Recitado por Pablo Llorente



















Alocución pagana

¿ Es que, acaso, estimáis que por creer
en la inmortalidad,
os tendrá que ser dada?
Es obra de la fe, del egoísmo
o la desolación.
Y si existe, no importa no haber creído en ella:
respuestas ignorantes son todas las humanas
si a la muerte interroga.

Seguid con vuestros ritos fastuosos, ofrendas a los dioses,
o grandes monumentos funerarios,
las cálidas plegarias, vuestra esperanza ciega.
O aceptad el vacío que vendrá,
en donde ni siquiera soplará un viento estéril.
Lo que habrá de venir será de todos,
pues no hay merecimiento en el nacer
y nada justifica nuestra muerte.




















FRANCISCO BRINES Recitado por Alberto Valero

Palabras para una despedida

Está la luz despierta,
y se adentra en los ojos el contorno del monte,
y el grito de los pájaros desvanece el oído
al venir de los húmedos huertos.
Los blancos pueblos de la costa,
felices de lujuria y juventud,
alientan junto al mar, lejanos.
No estoy allí, mas lo que fui deseo:
la dicha viva, los sentidos borrados,
ahora que en el jardín el tiempo se arrincona
en las sombras,
y el olor de las rosas sube al aire.
Hay humos blancos y calladas palomas
en la altura, y voces que se alejan,
hay demasiada vida para una despedida.

Y un día habrá de ser,
sin que la grata luz, las voces de la casa,
los cultivos del huerto, los días recordados
de la remota y breve juventud,
ni tampoco el amor que me tenéis,
retrasen la obligada despedida.

Tendré que aposentarme en la aridez
y perdida la imagen de este mundo
y perdido yo mismo,
siento que aquel reposo será estéril,
que la vida no fue, que el fervor
de cualquier despedida es un engaño.








































FRANCISCO BRINES Recitado por Isabel Muñoz

Palabras para una mirada
Miras, con ojos luminosos,
mientras hablo, los míos. Los cabellos
son fuego y seda,
y el rosa laberinto del oído
desvaría en la noche,
acepta las razones que doy sobre una vida
que ha perdido la dicha y su mejor edad.
¿Cómo me ven tus ojos? Yo sé, porque estás cerca,
que mis labios sonríen,
y hay en mí delirante juventud.
Inocente me miras, y no quiero saber
si soy el más dichoso hipócrita.
Sería pervertirte decir
que quien ha envejecido es traidor,
pues ha dado la vida
o dado el alma,
no sólo por placer, también por tedio,
o por tranquilidad;
muy pocas veces por amor.  
He acercado mis labios a los tuyos,
en su fuego he dejado mi calor,
y emboscado en la noche
iba espiando en ti vejez y desengaño.



CLAUDIO RODRÍGUEZ



Alto jornal Recitado por Alberto Valero

Dichoso el que un buen día sale humilde
 y se va por la calle, como tantos
 días más de su vida, y no lo espera
 y, de pronto, ¿qué es esto?, mira a lo alto
 y ve, pone el oído al mundo y oye,
 anda, y siente subirle entre los pasos
 el amor de la tierra, y sigue, y abre
 su taller verdadero, y en sus manos
 brilla limpio su oficio, y nos lo entrega
 de corazón porque ama, y va al trabajo
 temblando como un niño que comulga
 mas sin caber en el pellejo, y cuando
 se ha dado cuenta al fin de lo sencillo
 que ha sido todo, ya el jornal ganado,
 vuelve a su casa alegre y siente que alguien
 empuña su aldabón, y no es en vano.

CLAUDIO RODRÍGUEZ Recitado por Paulino Aparicio


La contrata de mozos

¿Qué estáis haciendo aquí? ¿Qué hacemos todos
 en medio de la plaza y a estas horas?
 Con tanto sol, ¿quién va a salir de casa
 sólo por ver qué tal está la compra,
 por ver si tiene buena cara el fruto
 de nuestra vida, si no son las sobras
 de nuestros años lo que vendemos?
 ¡A cerrar ya! ¡Vámonos pronto a otra
 feria donde haya buen mercado, donde
 regatee la gente, y sise, y coja
 con sus manos nuestra uva, y nos la tiente
 a ver si es que está pasa! ¿A qué otra cosa
 hemos venido aquí sino a vendernos?
 Y hoy se fía, venid, que hoy no se cobra.
 Es tan sencillo, da tanta alegría
 ponerse al sol una mañana hermosa,
 pregonar nuestro precio y todo cuanto
 de hombres darlo a la redonda.
 Hemos venido así a esta plaza siempre,
 con la esperanza del que ofrece su obra,
 su juventud al aire. ¿Y sólo el aire
 ha de ser nuestro cliente? ¿Sin parroquia
 ha de seguir el que es alquiladizo,
 el que viene a pagar su renta? Próspera
 fue en otro tiempo nuestra mercancía,
 cuando la tierra nos la compró toda.
 Entonces, lejos de esta plaza, entonces,
 en el mercado de la luz. Ved ahora
 en que paró aquel género. Contrata,
 lonja servil, teatro de deshonra.
 Junto a las duras piedras del rastrillo,
 junto a la hoz y la criba, el bieldo y la horca,
 ved aquí al hombre, ved aquí al apero
 del tiempo. Junto al ajo y la cebolla,
 ved la mocil cosecha de la vida.
 Ved aquí al mocerío. A ver, ¿quién compra
 este de pocos años, de la tierra
 del pan, de buen riñón, de mano sobria
 para la siega; este otro, de la tierra
 del vino, algo coplero, de tan corta
 talla y tan fuerte brazo, el que más rinde
 en el trajín del acarreo? ¡Cosa
 regalada!

Y no viene nadie, y pronto
 el sol de junio irá de puesta. Próspera
 fue en otro tiempo nuestra mercancía.
 Pero esperad, no recordéis ahora.
 ¡Nuestra feria está aquí! Si hoy no, mañana;
 si no mañana, un día. Lo que importa
 es que vendrán, vendrán de todas partes,
 de mil pueblos del mundo, de remotas
 patrias vendrán los grandes compradores,
 los del limpio almacén. ¡Nadie recoja
 su corazón aún! Ya sé que es tarde
 pero vendrán, vendrán. ¡Tened la boca
 lista para el pregón, tened la vida
 presta para el primero que la coja!
 Ya sé que hoy es igual que el primer día
 y así han pasado una mañana y otra
 pero nuestra uva no se ablanda, siempre,
 siempre está en su sazón, nunca está pocha.
 Tened calma, los oigo. Ahí, ahí vienen.

Y así seguimos mientras cae la tarde,
 mientras sobre la plaza caen las sombras.



CLAUDIO RODRÍGUEZ Recitado por Isabel Muñoz


Gorrión

No olvida. No se aleja
este granuja astuto
de nuestra vida. Siempre
de prestado, sin rumbo,
como cualquiera, aquí anda,
se lava aquí, tozudo,
entre nuestros zapatos.
¿Qué busca en nuestro oscuro
vivir? ¿Qué amor encuentra
en nuestro pan tan duro?
Ya dio al aire a los muertos
este gorrión, que pudo
volar, pero aquí sigue,
aquí abajo, seguro,
metiendo en su pechuga
todo el polvo del mundo.



MARÍA VICTORIA ATENCIA





MARIA VICTORIA ATENCIA Recitado por Carmen Bris


Sazón

Ya está todo en sazón. Me siento hecha, 
me conozco mujer y clavo al suelo 
profunda la raíz, y tiendo en vuelo 
la rama, cierta en ti, de su cosecha. 


¡Cómo crece la rama y qué derecha! 

Todo es hoy en mi tronco un solo anhelo 

de vivir y vivir: tender al cielo, 

erguida en vertical, como la flecha



que se lanza a la nube. Tan erguida 

que tu voz se ha aprendido la destreza 

de abrirla sonriente y florecida. 



Me remueve tu voz. Por ella siento 

que la rama combada se endereza 

y el fruto de mi voz se crece al viento. 



MARÍA VICTORIA ATENCIA Recitado por Lola Alarcón

Mar
                                     
Bajo mi cama estáis, conchas, algas, arenas: 
comienza vuestro frío donde acaban mis sábanas. 
Rozaría una jábega con descolgar los brazos 
y su red tendería del palo de mesana 
de este lecho flotante entre ataúd y tina. 
Cuando cierro los ojos se me cubren de escamas. 


Cuando cierro los ojos, el viento del Estrecho 

pone olor de Guinea en la ropa mojada, 

pone sal en un cesto de flores y racimos 

de uvas verdes y negras encima de mi almohada, 
pone henchido el insomnio, y en un larguero entonces 
me siento con mi sueño a ver pasar el agua.




MARÍA VICTORIA ATENCIA Recitado por Lola Villaverde

El conde D.                                                                          

Cada noche te espero desde antes de acostarme, 

y cuando sobrevienes, agregada presencia 

a mi quehacer, pareja de topacios que rompe 

contra la piedra azul serena de los míos, 
dócilmente interrumpo mi sueño y, pues prefieres 
las sombras, me levanto y cierro las cortinas. 
Ya puedes reclinar tu cabeza en mi hombro 
y aposentar tus dientes con su sed en mi aorta, 
boa de Transilvania que me cercase el cuello. 
El mosto de la muerte con su empacho te alienta. 
Me voy quedando fría en tanto que amanece 
y sorbes acremente mi paz a borbotones.



MARÍA VICTORIA ATENCIA Recitado por Isabel Muñoz

Godiva en blue jeans                     


Cuando sobrepasemos la raya que separa 

la tarde de la noche, pondremos un caballo 

a la puerta del sueño y, tal Lady Godiva, 

puesto que así lo quieres, pasearé mi cuerpo 
-los postigos cerrados- por la ciudad en vela... 



No, no es eso, no es eso; mi poema no es eso. 

Sólo lo cierto cuenta. 

Saldré de pantalón vaquero (hacia las nueve 

de la mañana), blusa del "Long Play" y el cesto 
de esparto de Guadix (aunque me araña a veces 
las rodillas). Y luego, de vuelta del mercado, 
repartiré en la casa amor y pan y fruta.



MARÍA VICTORIA ATENCIA Recitado por Lola Villaverde



Ternura                                              


Quizás no sea ternura la palabra precisa 

para este cierto modo compartido 

de quedar en silencio ante lo bello exacto, 

o de hablar yo muy poco y ser tú la belleza 
misma, su emblema, aunque tan próxima y latiendo. 
Y es también un destino unánime que vuelvan 
a idéntico silencio -cuando llegue la hora 
de la tregua indecible- mi palabra y tu zarpa.




MARÍA VICTORIA ATENCIA Recitado por Carmen Niño



La niña                                                                                            


La niña de trenzas y flequillo, de babero y maleta a la espalda, 

en la que me enseñaron a reconocerme las fotos de los míos, 

hoy, frente a mí, en este cuaderno aparece. 

Coincidencia feliz: de esa criatura vine 
para llegar a ella tras de un largo camino. 
Te lo ruego: sigue tú misma, o vuelve y disfruta de tus padres aún jóvenes, 
la borrega y el agua en el cauce de piedra. No te preocupes: 
soy una de esas señoras que se encuentran a veces de visita en las casas 
y cuyo nombre no vuelve a recordarse.




Agradecimientos a todo el grupo de la tertulia DIVERSOS
por su implicación y trabajo,
en especial a
Javier Delgado y Paulino Aparicio
por la selección y coordinación del evento.









© Tertulia Literaria, Asociación Cultural C/ Lope de Haro, 4 1º - Guadalajara
CIF 619302231
Esta publicación aparece gracias a Aache Ediciones, Casino Principal y Dublin House
di-versos-guada.blogspot.com
Números atrasados
 COPIPLUS, Condesa de la Vega del Pozo, 3. Guadalajara..














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